60 años de Revolución Socialista
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En medio del más profundo dolor y la indignación mayor nació la enérgica y trascendental proclama. Aquel 16 de abril de 1961, en pleno corazón de La Habana, Fidel definió el carácter socialista de la Revolución Cubana.
Junto a los restos de los heroicos jóvenes caídos como consecuencia de la artera acción imperial de la jornada anterior, el líder de la Revolución afirmaba rotundamente el camino ya emprendido, en medio de agresiones y amenazas: “Porque lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es que estemos aquí; lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica, el espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario del pueblo de Cuba”.
“Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices ¡y que hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos!”
[…]
“Compañeros obreros y campesinos, esta es la Revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes. Y por esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, estamos dispuestos a dar la vida”
Se marcaba un trascendental momento de la nación. Cuba se erigía no sólo en el primer país libre del yugo imperial en América Latina y el Caribe, sino también en el primero en emprender el desafío extraordinario de construir el socialismo en esta parte del mundo. Los últimos en librarnos del yugo colonial éramos los primeros en apostar por la sociedad del futuro.
La Revolución recogía lo mejor de la tradición histórica de lucha del pueblo cubano y la fundía con el pensamiento Marxista – Leninista de forjar una sociedad mejor, más justa, más solidaria, donde los seres humanos fueran hermanos y no lobos que se despedazan.
Se emprendía un camino sui géneris, apasionante, retador, utópico a veces, no exento de dificultades y bajo la constante presión de la amenaza, la agresión y el bloqueo imperial.
Quienes combatieron y quienes cayeron aquel abril glorioso de hace 60 años en Playa Larga, Pálpite, Soplillar, San Blas y Playa Girón, lo hicieron ya en nombre del socialismo, en defensa de la Revolución Socialista.
El Socialismo hizo al pueblo dueño por primera vez de los destinos del país; dueño de nuestras tierras, de nuestras industrias y centrales azucareros, de nuestras minas, de nuestras aguas. Los principales recursos del país dejaron de estar en manos de un grupo de privilegiados para convertirse en patrimonios del pueblo cubano. Por primera vez en la historia de Cuba, el Estado y el Gobierno dejaron de estar al lado de los ricos y se pusieron al servicio de los pobres.
El Socialismo alimentó el noble orgullo y la dignificación nacional. De prostíbulo de los marines yanquis y garito de la mafia estadounidense, Cuba se convirtió en estas décadas en un país respetado por sus principios, su diplomacia, su liderazgo en la lucha por las causas nobles y justas.
El Socialismo trajo a la nación las más amplias posibilidades de educación y cultura para el pueblo. De un país con más de un millón de analfabetos en 1959 a uno con más de millón y medio de graduados universitarios. De un país con teatros y fundaciones culturales de élite a uno poblado de museos, casas de cultura, grupos de teatro y danza, artistas plásticos, músicos, cineastas, instructores de arte.
El Socialismo ha potenciado la Ciencia y el conocimiento a estadios inimaginables hace 6 décadas. De escasas figuras de la Ciencia a un Polo Científico biofarmacéutico de relevancia mundial; de unos pocos estudios sociales a prestigiosas instituciones de ciencias sociales en todo el país; de escasos conocimientos del tiempo y el clima a una potente red meteorológica nacional.
El Socialismo convirtió al deporte en verdadero derecho del pueblo. De los excepcionales desempeños aislados de Font, Capablanca y Kid Chocolate, a convertirnos en una potencia deportiva mundial con decenas de campeones olímpicos y cientos de monarcas mundiales y panamericanos, forjados desde las escuelas o las áreas del deporte masivo.
El Socialismo dio sentido a los preceptos martianos de “la dignidad plena del hombre” y de que “Patria es Humanidad”, fomentando enormes valores humanos y morales. Puso a los ciudadanos en el centro de las políticas de gobierno, generó empleos dignos, le dio la tierra al campesino, le entregó la propiedad de la casa a quien la habitaba, abrió posibilidades de superación, estimuló el respeto al talento y a la entrega. Hizo que nuestros ciudadanos fueran capaces de entregarse no sólo a la obra revolucionaria sino a los ideales de un mundo más justo y libre. La más profunda solidaridad regó sangre cubana en la independencia de África y llevó luz de conocimientos y salud a decenas de naciones en todo el mundo.
El Socialismo creó, en un país sin grandes riquezas, un sistema de seguridad social como pocos, que protege al trabajador, al campesino, al jubilado, a la embarazada, al enfermo, a las familias con más necesidades y que no discrimina por la procedencia, ni el color de la piel, ni la creencia religiosa o política.
El Socialismo empoderó a la mujer cubana, la hizo partícipe fundamental de la construcción social, le retribuyó salarialmente igual al hombre por igual empleo, le abrió oportunidades en profesiones y oficios que antes siempre le fueron vedados, la convirtió en actor político, científico, cultural, deportivo y laboral de primer orden. Hoy son fuerza visible en nuestro Parlamento y Gobierno.
El Socialismo le dio como nunca al pueblo la capacidad de participar, debatir, decidir sobre los destinos de la nación. Todas las grandes decisiones de estas décadas fueron analizadas por el pueblo y decididas con su consenso. Cuba tiene la más amplia y original red de organizaciones de masas y sociales que involucra a la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Sus principales dirigentes son miembros de las máximas instancias legislativas del país: La Asamblea Nacional y el Consejo de Estado. El máximo representante de los trabajadores tiene asiento permanente en las sesiones del Gobierno. La Constitución de la República fue fruto del amplio y rico debate popular y del apoyo mayoritario de los ciudadanos.
El Socialismo ha permitido que en medio del más feroz bloqueo económico que haya sufrido país y pueblo alguno, se haya preservado la mayor justicia y solidaridad social posible y se haya privilegiado, aún en medio de las peores circunstancias, el derecho a la vida de cada cubano; como lo confirman todos estos meses de dura batalla mundial contra la COVID-19, en la que millones de ciudadanos -incluso en los países más ricos del planeta-, han quedado abandonados a su suerte y condenados a morir por un sistema que los excluye.
El Socialismo nos ha enseñado a enfrentar el egoísmo feroz y el individualismo excluyente y a pensar en colectivo, a soñar en el bien común, a actuar como país, a realzar la conciencia y la cooperación entre los ciudadanos por sobre las mezquindades y las indisciplinas sociales aun presentes.
Duro y largo ha sido el camino recorrido en estos 60 años. No ha estado exento de errores, idealismos, retrocesos. Hemos construido la sociedad que hemos podido en medio de la permanente trinchera, y no totalmente la que hemos querido y por la que seguimos luchando. Hemos logrado realizar muchos de nuestros sueños, pero quedan otros por conquistar. Aunque lo hecho es extraordinario para un país pobre y asediado como el nuestro.
Cuando otros plegaron sus banderas, derrotados moralmente, Cuba y su Revolución continuaron defendiendo el socialismo, sus ideales y sus conquistas.
Aún en las peores circunstancias, el Socialismo fue la clave -con el liderazgo de Fidel, Raúl y la Generación Histórica-, para que nadie quedara abandonado a su suerte, para que las principales conquistas sociales no se fueran a la deriva, para que la dignidad, la libertad, la independencia nacional no fueran pisoteadas.
Hemos sabido levantarnos sobre nuestros tropiezos y las acechanzas. Batallamos sin cesar por desarrollar nuestra economía y generar prosperidad y satisfacción para nuestros ciudadanos en el escenario más adverso. Nos enfrentamos con ideas a una poderosa maquinaria cultural, ideológica y mediática que vierte toneladas de mensajes y símbolos manipulados, mentira y confusión sobre nuestro pueblo y la opinión pública mundial.
Debemos ser capaces de elaborar una economía política al servicio del socialismo para la Cuba actual y la previsible, de desarrollar un pensamiento social crítico y aportador, capaz de participar con eficacia y contundencia en la batalla cultural que se está librando.
Nuestro socialismo deberá lograr el despliegue de todas sus fuerzas propias y sus potencialidades, y la capacidad dialéctica de revolucionarse a sí mismo una y otra vez.
Aquel día en que nos proclamamos socialistas, se convertiría también en la fecha escogida para celebrar la fundación del Partido Comunista de Cuba, instrumento político de la Revolución para conducir los destinos de la sociedad que estamos construyendo.
Ese Partido de la vanguardia organizada comienza hoy su 8vo Congreso. Lo hace defendiendo el ideal de “impulsar y consolidar la construcción de una sociedad socialista próspera y sostenible en lo económico, social y medioambiental, comprometido con el fortalecimiento de los valores éticos, culturales y políticos forjados por la Revolución, en un país soberano, independiente, socialista, democrático, próspero y sostenible”.
Para lograrlo, deberá sostener la invaluable fortaleza de la unidad, dentro de la diversidad de nuestra sociedad misma. La que nos ha traído hasta aquí, por procelosas que hayan sido las aguas que hemos surcado.
La nuestra sigue siendo una obra colectiva, profundamente humanista y de justicia social. Cómo señaló Fidel desde los días de enero de 1959: “La Revolución es la obra de todos, la Revolución es el sacrificio de todos, la Revolución es el ideal de todos y la Revolución será el fruto de todos”
En Cuba, la vigencia de la Revolución y el Socialismo han sido posibles por la cohesión mayoritaria de nuestro pueblo con el partido y sus líderes. La generación histórica supo guiar a la sociedad cubana y al Partido en estas seis décadas. Se abre ahora una nueva etapa en la conducción del proceso revolucionario.
No pocos de los delegados a este Congreso apenas eran niños o no habían nacido cuando se proclamó el carácter socialista de la Revolución. A esas generaciones más jóvenes, hijas del más grande proceso político latinoamericano, le corresponde ahora llevar adelante la obra. No será tarea nada fácil. Los retos económicos, políticos, ideológicos y sociales que enfrentamos son tan desafiantes, pero aún más complejos, como los de aquellos tiempos en que decidimos el camino del socialismo, al que no hemos renunciado.
Fidel trazó una ruta en su Reflexión del 17 de abril de 2011, cuando sesionaba el histórico 6to Congreso del Partido: “La nueva generación está llamada a rectificar y cambiar sin vacilación todo lo que debe ser rectificado y cambiado, y seguir demostrando que el socialismo es también el arte de realizar lo imposible: Construir y llevar a cabo la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, y defenderla durante medio siglo de la más poderosa potencia que jamás existió”
Como hace 60 años proclamaron en la icónica esquina de 23 y 12, fusil en alto, los combatientes y milicianos que después lucharían y vencerían en Girón: ¡Viva la Revolución socialista!
La Cuba que transformó el Socialismo