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Armando Hart: martiano, socialista, fidelista

José Martí siempre fue un ancla familiar en la obra de Armando Hart. Foto: Fernando Lezcano
José Martí siempre fue un ancla familiar en la obra de Armando Hart. Foto: Fernando Lezcano

Date: 

12/06/2020

Source: 

Periódico Granma

Auteur: 

José Martí siempre fue un ancla familiar, el Martí inacabado e irrealizado de los oscuros años de la primera república, más en los años en que el joven Armando Hart Dávalos se formaba, tras la frustración revolucionaria antimachadista y en medio de la demagogia rampante de los años 40. El Martí que su padre, el respetado e incorruptible jurista Enrique Hart, que arrastró a los hijos de ciudad en ciudad junto con los diversos nombramientos que recibió a lo largo de la Isla. El Martí que clamaba por escapar del mármol para volver a la pelea. El Martí que el doctor Enrique, Armando, el más joven Enrique y otros Hart y Dávalos supieron cimiento y columna para enfrentar la dictadura instaurada el 10 de marzo de 1952.
 
A quien enfrentó la tiranía y la descabezó, el también abogado Fidel Castro Ruz, el magistrado Enrique lo aquilató años antes del Moncada. En una de las tantas conversaciones que tuve la oportunidad de sostener con el doctor Armando Hart, este recordó: «Yo estudiaba en La Habana, pero iba los fines de semana a Matanzas para estar con mis padres. En una de esas llegaron algunos líderes estudiantiles a aquella ciudad y mi padre me dijo: “Ese tal Fidel Castro parece que despunta; vamos a ver si no se echa a perder”. Es que el viejo mío tenía olfato, pero con tanta corrupción y pillería se mostraba escéptico. Fidel sobrepasó con creces las expectativas y mi padre pudo vivir ese momento culminante».
 
El propio Armando vio en Fidel la mejor guía. No fue de golpe. Como joven visceralmente opuesto al ultraje recibido por la Patria, integró en un primer momento el Movimiento Nacional Revolucionario, del profesor Rafael García Bárcena. Pero luego del Moncada integró el Movimiento 26 de Julio, contándose entre sus fundadores. La preparación de la insurrección popular, el apoyo a la lucha armada en las montañas, el movimiento clandestino en las ciudades y las tareas que en el orden político y las ideas demandaban el momento llenaron los trabajos y los días de Hart –en medio de una incesante actividad que lo llevó a la cárcel– hasta el triunfo del Primero de Enero de 1959.
 
El actual Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al rendirle tributo en sus exequias, sintetizó el salto revolucionario de Hart con estas palabras: «El martiano Hart se convirtió en un ferviente fidelista».
 
¿Y las ideas socialistas? ¿El conocimiento y asimilación del marxismo? ¿La comprensión de que el socialismo en América, como previó el peruano Mariátegui, debía ser creación heroica?  En la conversación aludida con Hart narró esta vivencia suya: «Al caer Santiago y Santa Clara en manos del Ejército Rebelde y producirse la estampida de Batista, los presos políticos que estábamos en Isla de Pinos salimos. En medio de esa efervescencia, me dice el compañero Quintín Pino Machado: “Armando, ¿no estaremos haciendo una revolución comunista?”. Era prematuro responder y ni sé bien qué le dije, pero me dejó pensando, porque en la propia cárcel muchos habíamos estudiado a Marx, a Engels, a Lenin y sabíamos lo que implicaba cambiar radicalmente el orden social. Pienso que ya en aquel momento tuve la certeza de que el camino hacia el socialismo era imprescindible, por muy difícil que fuera y a pesar de todos los atavismos que existían en nuestra sociedad. Y a la vez, en los meses sucesivos, mano a mano con Fidel en el gobierno, confirmé la convicción de que, para una empresa de tamaña envergadura, teníamos al líder adecuado, Fidel».
 
Sobre el destino de la Revolución Cubana y su compromiso con su naturaleza, Hart reflexionó más de una vez, y para ello partía de un apotegma de su admirado pensador criollo José de la Luz y Caballero: «Todas las escuelas y ninguna escuela: he ahí la escuela». Electivo, no ecléctico. Racional y apasionado. En suma, dialéctico. «Adscribirme a ese pensamiento –afirmó– me permitió coherentemente, como le permite a muchísimos compatriotas, ser fidelista, martiano y marxista, todo a la vez y en una sola pieza».
 
Ser y hacer fue una unidad indivisible en la ejecutoria de Armando Hart, bases que tenemos que enaltecer al evocarlo en ocasión del aniversario 90 de su nacimiento en La Habana este 13 de junio. Volver a las páginas que escribió, a su valiosa papelería, a las fuentes documentales de su legado, afortunadamente encauzadas mediante el proyecto Crónicas. Historia y memoria de la Revolución Cubana en la voz de uno de sus protagonistas, bajo la responsabilidad de la doctora Eloísa Carreras, su viuda, y en el que interviene el sistema editorial cubano. Volver y extraer lecciones de la práctica revolucionaria.
 
Dos destacados intelectuales que trabajaron con él definieron las pautas de una conducta consecuente y constructiva en todos los frentes ideológicos, políticos, educacionales y culturales en los que se desempeñó. Graziella Pogolotti escribió en 1990: «A Armando Hart nosotros tenemos que reconocerle, y le reconocerá también la historia, el empeño por darle forma concreta a una práctica cultural que él ha sustentado en estos pilares fundamentales, que son, en primer lugar, la confianza, la relación fraterna y cercana con los intelectuales y artistas cubanos, libre de todo prejuicio. En segundo lugar, por la manera en que ha ido sustentando, también en la teoría y en la práctica, la historia de un movimiento intelectual cubano basado en los valores de la democracia y el progreso, que hacen que esa historia se apareje al centro mismo de la historia de Cuba. En tercer lugar, porque una de sus batallas constantes ha sido la de ganar la proyección social de la cultura cubana, la de darle a la cultura y al trabajo de los escritores, de los artistas, ese espacio en nuestra sociedad, que la cultura merece, y se ha venido ganando».
 
Por su parte Abel Prieto, en uno de los merecidos homenajes que Hart recibió en vida, expresó: «Los que hemos tenido el privilegio de trabajar cerca de él, lo hemos visto batallar, día a día, con pasión y lucidez, contra todos los prejuicios, subvaloraciones y esquematismos que han sobrevolado, amenazadoramente, en torno al artista y a su labor. Lo hemos visto defender el talento frente a la acción corrosiva y oscura de la mediocridad, lo hemos visto trabajar siempre porque las genuinas valoraciones culturales se impongan y triunfen ante la intriguilla mezquina, la conspiradera de pasillos, el cacareo y los aguijonazos de los enanos de alma».
 
Solo bajo tales principios el político, el intelectual, el revolucionario germinó, creció y hoy nos acompaña. Volver a Hart es contar siempre con el Comandante en Jefe. Valgan subrayar estas palabras suyas: «El genio y la originalidad de Fidel Castro consistió en llevar al terreno de los hechos, métodos y principios que, en esencia, significan relacionar dialécticamente las ideas del socialismo con la tradición ética de la nación cubana. Ética y justicia social constituyen, pues, la principal necesidad ideológica de Cuba, América y el mundo».