“Fidel fue esclavo voluntario de la obra de la Revolución”
Date:
Source:
Auteur:
“Un día a las 10 de la noche, Fidel se comunica conmigo por teléfono: ‘Palmero, ¿qué estás haciendo?’. Le confieso que me siento muy incómodo porque Villa Clara está perdiendo en la pelota con Industriales, y la televisión había sido el escape porque llovía y no podíamos trabajar.
“‘Te llamé para preguntarte cuándo me entregas el frigorífico de Alquízar’. Era 28 de noviembre, y le informé que para diciembre del año siguiente. Me respondió: ‘¡Qué va!, lo quiero para abril lleno de papa’ y le contesté: Cuelgue, Comandante.
“Y él quería hablar y yo a que colgara. ‘Cómo tú me vas a decir que cuelgue’. Comandante, es que no sé cómo voy a cumplir esta orden suya, y voy a salir ahora mismo para el frigorífico, y se empezó a reír, me mandó a buscar para una reunión en el Palacio de la Revolución, en la que se perfiló la estrategia para lograr lo que me pidió. El 4 de abril habló en la inauguración de la instalación, que ya guardaba 380 mil quintales de papa”.
Nunca falté a su confianza
Más que privilegio, fue honor para Cándido Palmero Hernández haber forjado buena parte de su vida militante y revolucionaria bajo las enseñanzas de Fidel. Su mejor crítico y maestro, insuperable consejero, como bien afirma.
“Nunca falté a la confianza que depositó en mí, desde que lo conocí, junto a varios miembros del Gobierno Revolucionario, que habían ido a estudiar el terreno donde se erigiría el hotel Hanabanilla. Montaron unas casas de campaña y hasta allí me llevaron los dirigentes de la provincia, le explicaron a Fidel que yo era un joven combatiente de la lucha contra bandidos e iba a ocupar el cargo de alcalde en la localidad. Él dijo que no, que me quería de constructor.
“Y a los dos días yo estaba al frente de ese sector en el Escambray; entre otros, me designó para dirigir los trabajos de la autopista desde allá hacia La Habana, más adelante sería en sentido contrario. A la capital arribé un domingo por la tarde y al día siguiente Celia Sánchez y el comandante Mario Oliva me acompañaron hasta el Parque Lenin; al poco rato llegó Fidel y se hizo el cambio de mando. Así empecé la construcción de la presa Ejército Rebelde, luego vendría el Primer Anillo y llevar la Autopista Nacional hasta el kilómetro 144.
“Fidel presidió una emulación entre los villaclareños y los habaneros que laboraban en esa última obra. Y ganaron siempre los primeros. Cuando empatamos la autopista el chequeo fue en Playa Girón. Después vino mi primera misión internacionalista, en 1975. Al regreso me dieron la tarea de conducir las obras destinadas al desarrollo hidráulico de la capital, subordinado al Ministerio de la Construcción. Hicimos muchas cosas vinculadas a importantes proyectos como la zona del Palacio de Convenciones, por la VI Cumbre de los Países No Alineados. Estábamos terminando el acueducto El Gato cuando Fidel me dio la orden de ir para el contingente Blas Roca Calderío”.
Lo único que no podías hacer era mentirle
Quien conoce a Palmero sabe que es un interlocutor sumamente locuaz. Su hablar y expresiones evidencian la procedencia campesina. El dicharacho, la sonrisa franca, que se hace más amplia cuando relata algunas de las muchas, muchas anécdotas con Fidel como protagonista, porque también tiene buena memoria.
“Nuestra relación era cercana, hasta cuentos le hacía, pero nunca le mentí y eso él lo apreciaba. Yo decía no puedo o no lo sé, y me esforzaba por saber y hacer. Tal comportamiento se arraigó en el contingente”.
El antecedente de tan pujante y conocida fuerza constructora es más antiguo que su antecesor, el movimiento de microbrigadas en la capital, que como bien aseverara Fidel, hizo proezas como 111 círculos infantiles en dos años, el completamiento del programa de policlínicos y escuelas especiales en un trienio, su papel decisivo en Expocuba y en obras para los Juegos Panamericanos.
“Al concluir la lucha contra bandidos, Fidel empezó a desarrollar las construcciones bajo el principio de brigadas, que fueron ejemplo de eficiencia, aunque a finales de la década de los 70 se introdujeron elementos que distorsionaron la vida laboral; la prima, el premio, demasiada burocracia y poca productividad.
“‘Hay que revolucionar las construcciones, si es que queremos desarrollar el país’, repetía Fidel, y con la dirección del Partido y del Gobierno en la capital maduró el proyecto de crear un colectivo que materializara esa idea. Se manejó mi nombre y yo, que tenía alma de constructor, y además, la enseñanza de Fidel, me alineé por la política que él trazó para el sector. Volvió la brigada y el Blas Roca llegó a contar con 50 de estas agrupaciones y 10 mil hombres, alto rendimiento y menos de un 3 % de personal indirecto”.
“Fidel —recuerda Palmero—, nos convocó a muchas cosas, dar buena atención al hombre, cuidar los equipos, consagrarnos al trabajo, reducir los costos y lograr eficiencia económica.
“El estímulo más grande que tuvieron el Blas Roca y todas las construcciones fue la presencia del Comandante en Jefe. Cuando intervine en el IV Congreso del Partido, al que fui invitado, expresé que el año anterior había ido al contingente 243 veces, y nadie piense que solo era para agasajarnos. Visitaba las brigadas, intercambiaba con los trabajadores, conocía bien a los jefes. Había fraternidad y respeto.
“Fidel nos agregó metas en la agricultura. Sembramos todo el plátano con la técnica de microjet desde Artemisa hasta Nueva Paz. Pero llegó el período especial, ya había 70 contingentes en todo el país y el objetivo era seguir, mas faltaban los recursos, aunque el espíritu de trabajo era grande.
“Solo la moral de Fidel y Raúl, su ejemplo transmitido al pueblo de Cuba, salvaron a la Revolución en esa etapa de tantas carencias; por una de ellas casi me busco un rollo con el Comandante. Estábamos fuera de la capital y como a la una de la mañana cuando íbamos entrando a La Habana le dije: Usted ve cómo tengo plátano y papa, pero nos vamos a morir atorados porque no hay grasa y le hablé sobre lo expuesto ya por otros, la necesidad de autorizar la cría de puercos a pobladores de los municipios periféricos.
“Se incomodó y mandó al chofer a parar y yo pensé, ahora sí más nunca lo voy a ver. Eso fue lunes y el periódico Trabajadores salía los martes, pues quién te dice que en primera plana se publicó la autorización del Gobierno Revolucionario para la crianza de cerdos en los alrededores de la ciudad”.
Incansable
“Para mí, Fidel fue esclavo voluntario de la obra de la Revolución, fue un guerrillero para todo, al extremo de que me llevaba más de 20 años y yo era quien me cansaba. Le decía: Comandante, casi no veo del sueño, estoy matao. ‘¡Ah!, pero yo tengo que hacer otra cosa’, me respondía y seguía. Él exigía para que uno fuera perfecto y yo me eduqué en ese modelo.
“Tenía un poder arrollador. Hace unos días estaba oyendo la despedida al pelotero Ariel Borrero, de Villa Clara, al que nombran el Remolcador, y pensé: el remolcador de nosotros siempre fue Fidel.
“Los sustos que me dio, de decirme a las dos de la madrugada: ‘Esta mañana hay un acto, tú vas a hablar primero y después yo’. Y a esa hora a prepararme.
“No solo pasó en Cuba, recuerdo que en 1990 lo acompañamos en la comitiva que fue al cambio de Gobierno en Brasil, había como 100 delegaciones extranjeras. Antes de ir para Río de Janeiro, estuvimos en Sao Paulo, y allí el arquitecto Niemeyer, muy amigo de Fidel, lo invitó al Memorial de América Latina, que es 50 veces Expocuba. Le dieron la palabra al Comandante y llevaba como dos horas hablando del mundo y de las cosas, pero empezó a explicar acerca del proceso de rectificación de errores y tendencias negativas en nuestro país, y dijo: ‘Aquí hay uno que puede relatar mejor de estas cosas’ y me llamó. Hablé y cuando tuve un chancecito le comenté bajito: Comandante sáqueme de este aprieto y él terminó el discurso.
“El proceso de rectificación empezó porque prevalecían numerosos problemas en el sistema empresarial. En la construcción las obras se eternizaban, Fidel puso como ejemplo que al ritmo que hacían la carretera de 54 kilómetros desde Corralillo hasta Santa Clara demoraría esa misma cantidad de años en terminarse por el nivel de ineficiencia que existía.
“Aquello cambió pero con el período especial, fue terrible, quedaron truncos innumerables planes. Entre las encomiendas que dio al Blas Roca estuvo la construcción del nuevo ferrocarril central, desde Pinar del Río hasta Guantánamo. Ya veníamos por Artemisa, se habían comprado en la URSS 500 millones de rublos en líneas y señales destinados a esa obra, en la que según sus deducciones laborarían 40 mil hombres del contingente”.
Con su presencia olvidaba hasta mis padecimientos
“Yo soy un hombre feliz, primero, por haber estado al lado de Fidel, y segundo, porque he realizado bastantes cosas. A los 13 años era combatiente y antes de cumplir los 18 ya militaba en el Partido. He pasado toda la vida con las botas puestas sirviendo a la Revolución; por eso no me extraña que a pesar de estar aquejado de una hernia discal, cuando acompañaba al Comandante en los recorridos el dolor quedaba en el olvido.
“Una tarde él me llamó: ‘¿Oye te vas a operar?’ y le contesté afirmativamente. Cuando salí del salón estaba afuera esperando, me preguntó: ‘¿Cómo te sientes, te duele?’ No, no, ve que ya estoy caminando, yo pensé que era usted el que me iba a operar, le dije. ‘No es para tanto’, murmuró.
“Mi afirmación no fue casual, pues supe que unos días antes había pasado satisfactoriamente el curso en tecnología de mínimo acceso.
“De lo único que oí quejarse a Fidel fue de la edad. Cuando iba a cumplir 70 años veníamos de Nueva Paz entrando a La Habana y me dijo: ‘Palmero, qué malo es ser viejo’ y no porque necesitaba acomodarse, al contrario, quería seguir trabajando mucho. Yo calculo que estuvo 10 años sin coger ni un sábado ni un domingo de descanso. No se equivocó quien afirmó que era un hombre excepcional y Raúl lo definió con exactitud: es único e insustituible”.