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Impronta de Fidel en el surgimiento y desarrollo de la Medicina Intensiva en Cuba

Date: 

02/08/2016

Source: 

Cubadebate

 

…la posibilidad de prolongar la vida durante cuarenta días mediante respiración artificial, la posibilidad de prolongar la vida en condiciones biológicas muy difíciles mediante una atención intensiva, con el empleo de técnicos y equipos modernos, y todo lo que esta lucha demostró, sin duda que habrá de ser útil en el futuro a innumerables personas.
 
    Dr. Fidel Castro Ruz, el 14 de agosto de 1969 en las honras fúnebres del Comandante René Vallejo.

 

Por Anselmo Abdo Cuza, Juan Antonio Gutierrez Martínez y Roberto Castellanos Gutierrez
 
En este artículo se expone a través de fragmentos de discursos del Comandante Fidel Castro Ruz, algunos de los hechos que dieron origen a la Medicina Intensiva en Cuba. El lector podrá apreciar caracterizaciones a la especialidad realizadas por su principal estratega.
 
Comandante Fidel Castro Ruz en las honras fúnebres del Comandante René Vallejo. Cementerio de Colón, agosto 14 de 1969, “Año del esfuerzo Decisivo”.

Periódico Granma, 14 de agosto de 1969

 
Como médico siempre fue agresivo frente a la enfermedad y rápido. Como médico civil y como médico guerrillero y revolucionario, salvó incontables vidas; ayudó a recuperar la salud a incontables personas. Y frente a su propia gravedad -que no había sido la única, puesto que hace algunos años estuvo semanas enteras al borde de la muerte-, en esta ocasión también los médicos que lo atendieron usaron el mismo espíritu, el mismo estilo, y libraron contra la muerte una lucha tenaz y titánica. Actuaron con él tal como él habría actuado en un caso semejante.
 
Y debemos decir y expresar nuestro reconocimiento y nuestra admiración por el grupo de médicos eminentes que durante cuarenta días lucharon en las más difíciles circunstancias, puesto que el pronóstico de la hemorragia era muy desfavorable y no por ello dejaron de luchar con un tesón ejemplar día y noche, sin apartarse un solo instante de su lecho.
 
Las más modernas técnicas de la medicina, y sobre todo un conjunto de médicos que demostraron en este caso un ejemplar espíritu, se emplearon en tratar de salvar la vida del Comandante Vallejo. Es notable el caso de que incluso un eminente especialista neurocirujano, el profesor búlgaro Karagiosov, se trasladó desde Kuwait, en el Cercano Oriente, a nuestro país, para contribuir a ese esfuerzo.
 
No pudo ganarse esa batalla, porque era una batalla que estaba tal vez perdida desde el primer instante. Incluso opinamos que tal vez la medicina pueda llegar a prevenir un poco más, pueda adoptar procedimientos que contribuyan a prolongar la vida humana; pero ya frente a un accidente de esta naturaleza, en determinadas condiciones, no luce posible, a la luz de los conocimientos que se poseen, encontrar una solución.
 
Sin embargo, esa lucha titánica por salvar una vida que no logró salvarse, aparte de lo que tiene de alentador, aparte de lo que tiene de ejemplar, no podrá considerarse una batalla estratégicamente perdida; puesto que esta experiencia, las cosas que pudieron demostrarse, la posibilidad de prolongar la vida durante cuarenta días mediante respiración artificial, la posibilidad de prolongar la vida en condiciones biológicas muy difíciles mediante una atención intensiva, con el empleo de técnicos y equipos modernos, y todo lo que esta lucha demostró, sin duda que habrá de ser útil en el futuro a innumerables personas. Puesto que muchos otros casos no exactamente de la misma gravedad en personas que sufran accidentes cerebrales y enfermedades que en un porcentaje alto conducirían a la muerte, los médicos que han librado esta batalla opinan que empleando esa misma técnica, empleando ese mismo tratamiento intensivo, empleando esos equipos recientemente desarrollados podrían salvarse muchas vidas.
 
De modo que aun en ese instante, en ese instante en que los médicos lucharon por la vida de otro médico, aun en ese último instante, la vida del Comandante Vallejo prestaba a sus compatriotas un último servicio.
 
Comandante Fidel Castro Ruz, en la clausura del IV congreso de la UC, efectuado en el teatro “Karl Marx”, el 4 de abril de 1982, “Año 24 de la Revolución”.
 

 
No debo dejar de decir aunque sean breves palabras, que otras de las cosas que surgieron en este Congreso fue la iniciativa relacionada con las donaciones de órganos, cuestión tan importante, seria, profunda. Sobre esto habló el delegado médico, que conoce a fondo el problema y explicó la importancia que tenía la donación de órganos. No estamos hablando de que un vivo done un órgano (RISAS), no se le está pidiendo a nadie un brazo, un dedo, un riñón, aunque se han dado casos entre familiares que uno le ha dado el riñón a otro. No, no, no estamos hablando de eso. Nos referimos a otra cosa, pero que es delicada, porque tiene que ver con esa cosa sacrosanta que se llama el cuerpo humano, y el cadáver, y la mística, y la superstición incluso.
 
Se trata de que para cuando uno muera, para cuando uno haya muerto done órganos, realmente cuando ya no los necesita absolutamente para nada, esa es la verdad. Un riñón, pues un riñón; un ojo, si hace falta un ojo; un pedazo de hueso, cualquier parte del cuerpo que se necesite. Se trata de crear una conciencia y una cultura sobre esto. Yo creo que nosotros debemos ser dueños de lo que hacemos con nosotros, ¿verdad? ¿Y por qué nos van a estar manipulando después de muertos, y haciendo con nosotros lo que otros decidan? Si nosotros tenemos derecho a donar algo de nosotros mismos. Es lo más legítimo, bueno, hay que crear una cultura, porque encima del dolor de la muerte, surgen sentimientos con relación al cadáver, pueden ser muy explicables y muy humanos, muy naturales, todo lo que se quiera, pero que no son racionales, y el comunista tiene que luchar contra todo lo que no sea racional, cuando se busca un objetivo noble y humano.
 
El médico, el delegado médico decía que hay 1 200 personas que todos los años pierden las funciones renales, y la mitad se pudiera salvar, pero hace falta el riñón. Y en cambio, otros mueren en accidentes, o mueren en determinadas circunstancias específicas, por lo general excepcionales, y está el riñón perfectamente sano que puede ayudar a vivir a aquellas personas. En parte la
persona que lo dona, en una pequeña parte sigue viviendo, sigue viviendo en su riñón allí en la otra persona. Como el que done un ojo, sigue viviendo con su ojo en la otra persona. Él decía que hay 3 000 ojos ciegos esperando donaciones, ¡3 000 ojos ciegos esperando donaciones, que podrían recuperar la vista con la donación! No pueden, porque no la tienen. Se trata de casos con ciertas afecciones que son recuperables con trasplantes. Él decía que había 3 000 inválidos que necesitan un hueso, una pieza y no la tienen.
 
Ahora bien, cuando se mire este problema, no hay que mirarlo solo desde el ángulo que son 1 200 que tienen problemas renales por año, o 3 000 que tienen problemas en la vista, o 3 000 que tienen problemas de invalidez. Esto no se puede medir así cuantitativamente. El problema es la seguridad que le daría a todo el pueblo, la seguridad que les daría a los 10 millones de personas de este país que somos una sociedad civilizada, y que si un día el padre, o el hermano, o el hijo, el esposo o la esposa tienen un problema en la vista que pueda resolverse, o con el riñón, o con un hueso, o con lo que sea. La seguridad que les daría a los 10 millones de ciudadanos de este país que aquí hay conciencia, educación, cultura, civilización suficiente sencillamente para hacer algo tan poco costoso como es donar un ojo cuando nos morimos, ya, realmente, si después se lo van a comer los gusanos (RISAS), puesto que tenemos la costumbre de enterrar entero allí todo, y los gusanos se lo comen, ese es el problema.
Recuerdo que una vez —y no sé cómo lo habrán resuelto otros países, pero tengo entendido, no estoy seguro, que hay países que han hecho leyes sobre eso—, cuando una vez se habló aquí sobre esa posibilidad yo dije: no, este es un problema que no se puede hacer mediante ley, no se debe hacer mediante ley en nuestro país, debe hacerse mediante conciencia, mediante conciencia que tenemos que formar, por el trabajo de la Juventud, de las organizaciones de masas, de todo. Y bueno, ya todos los delegados donaron, firmaron un libro para el caso de que les ocurra un accidente o algún tipo de muerte en que algún órgano pueda ser necesario y útil. Yo tenía ganas de firmarlo, pero como no era delegado no lo firmé (RISAS), pero gustosamente dono. No tengo la edad de ustedes, pero me siento todavía saludable, puedo donar algunas cosas (APLAUSOS PROLONGADOS). Alguien, creo que un especialista dijo que los riñones se podían donar hasta los 70 años.
 
Los padres lo pueden hacer por sus hijos, porque aquí no le privan a nadie nada. Pero tiene que ser una cuestión de conciencia; no por ley, no tendría sentido educativo, no tendría sentido revolucionario, no sería un avance hacer una ley, que por lo demás sería una ley antipática.
 
Entonces, hay que resolverlo por esa vía, a ver si todos los millones de ciudadanos de este país expresamos esa disposición y autorizamos, y entonces les quitemos un poquito a los gusanos (RISAS), los órganos que puedan ser útiles en caso de muerte en determinadas circunstancias.
 
Y vuelvo a decir, no se mire esto numéricamente, piénsese en el grado de seguridad que les da a los 10 millones de habitantes del país. Nada de leyes, cuestión de conciencia, ya que nos proponemos hacer una sociedad superior, más justa, más civilizada. Nos despojamos de esos prejuicios, de algunos sentimentalismos que no tienen justificación y tengamos una conciencia de algo superior, la conciencia del beneficio extraordinario, de que en el momento de que una vida se pierde, podamos darle vida a otra persona; en los momentos en que unos ojos se cierran, poderle dar luz a otra persona. De eso se trata.
Y creo que es histórica esta iniciativa. Esta lucha que ustedes inician, este ejemplo que dan nos parece algo muy digno de este Congreso.
 
Yo decía que nosotros estábamos dispuestos a donar un ojo, lo que fuera necesario, pero nosotros sí queremos una donación para cuando muramos, los de esta generación que estuvimos en el Moncada, en el Granma y en estos años de dura lucha, nosotros queremos una donación, y es la seguridad de que tenemos un pueblo más revolucionario (APLAUSOS), para cuando nosotros no existamos físicamente, tener desde hoy la seguridad de que todo marchará mejor, que todo marchará más seguro, y que cada vez será más sólida nuestra Revolución, más segura, y basada no en hombres, porque nuestra Revolución no se basa en hombres, se basa en principios. Esa es la donación, que no estamos demandando de ustedes, sino que ustedes con su conducta, su actitud y su espíritu, nos están ofreciendo.
 
El cuerpo físico no importa; ahora, las ideas sí nos importan mucho, el futuro de la Patria nos importa mucho. Y estoy seguro, y nos da satisfacción pensar que cuando Martí cayó en Dos Ríos, cuando Maceo cayó en Punta Brava, cuando murieron tantos compañeros en la lucha, se habrían sentido muy felices de ver una juventud como esta y de ver un Congreso como este, de ver cuán lejos en el espíritu revolucionario, en el sentido de la justicia, en los valores más elevados y más humanos, ha llegado nuestro pueblo y nuestra juventud. Estoy seguro de eso.
 
Comandante Fidel Castro Ruz, en acto de inauguración del Hospital “Julio Trigo”, en Arroyo Naranjo, el 5 de septiembre de 1987, “Año 29 de la Revolución”.
 


Decía que el hospital estaba concebido con las ideas más avanzadas, su equipamiento es muy moderno, con todo lo necesario y todo lo mejor que pudo adquirir nuestro país, equipos técnicos, de radiografías, de ultrasonido, mesas de operaciones, todo. Ya cuenta con las camas de terapia intensiva, concepto nuevo que estamos introduciendo en todos los hospitales clínico-quirúrgicos; no existía en nuestro país ese concepto. Fue también precisamente la epidemia del dengue, época en que teníamos un solo hospital, el “Pedro Borrás” con una terapia intensiva pediátrica, en la que, por cierto, no había un solo cubículo aislado para casos infecciosos, en que surgió la idea de extender estas salas a todo el país. Recuerdo que visité todos los hospitales pediátricos en aquella ocasión y pude ver aquella única sala, y en medio de la epidemia nos dimos a la tarea de construir las salas pediátricas, y hoy tenemos más de 30 salas de terapia intensiva pediátrica, donde se ha salvado la vida de miles de niños (APLAUSOS). Porque son esos equipos sofisticados, con personal altamente especializado, los que le dan la oportunidad a la medicina cuando un niño está al borde de un paro cardíaco, o de un paro respiratorio, o de otro tipo de problemas muy graves; ese personal especializado, esos equipos, esa atención especial esmerada es lo que lo hace posible.
 
Con satisfacción he visto muchos álbumes de los pediátricos, que han tenido el buen gusto de ir recogiendo las fotos y la historia de los casos más graves que pasaron, y con infinita satisfacción expresan el número, la historia y las fotos de los niños que se han salvado en cada una de esas salas de terapia intensiva.
Pero nuestros clínico-quirúrgicos no aplicaban ese concepto y ya empezamos a aplicarlo a todos los clínico-quirúrgicos, a los nuevos que se construyen y a los antiguos hospitales a donde estamos llevando el principio, del mismo modo que en los hospitales maternos estamos llevando la idea de los cuidados intensivos perinatales a la madre y al niño, que se traducirá en una mayor seguridad para las mujeres en el parto y un mejor índice de supervivencia infantil dentro del primer año de vida. Estos son programas serios que se están llevando a lo largo y ancho del país progresivamente, que le van a dar una gran calidad a nuestra medicina.
 
Comandante Fidel Castro Ruz, en acto de inauguración de la unidad de terapias intensiva e intermedia del Hospital “Salvador Allende”, efectuado el 11 de septiembre de 1989, “Año 31 de la Revolución”.
 

 
Esto va a ayudar mucho, porque estas salas de terapia intensiva e intermedia son para salvar vidas; vidas que de otra forma no se salvarían, sin la atención especializada de los hombres y mujeres que trabajan en este centro, sin los equipos que ahí están, sin los medicamentos que ahí están; muchas personas en determinadas condiciones críticas no podrían sobrevivir, solo pueden
sobrevivir cuando reciben una atención especializada y esmerada, como la que van a recibir en ese edificio.
 
Era casi un imposible aquello por lo que luchaban los médicos, pero estaban luchando, porque no se debe dar por perdida la batalla en ningún instante. ¿Pero qué demuestra eso? Demuestra que todavía la ciencia no es suficientemente eficaz para resolver determinados problemas. Estoy hablando de problemas realmente serios, que los especialistas en esto saben lo que es un quemado de esos del 85 % o del 90 %, y los órganos que puede afectar; desde luego, aplicaron todo lo que tenían.
 
No dudo de que quizás algún día nuestros conocimientos, nuestra ciencia, nos permitan ganar una batalla como esa que se perdió, para salvar a ese médico que quería vivir. No hay nada que duela tanto como la impotencia frente a la muerte, y estos hospitales son campos de batalla contra la muerte. Estos médicos, estos trabajadores de la salud, estos enfermeros, estos técnicos son soldados de un ejército que lucha contra la muerte.
 
Comandante Fidel Castro Ruz, en acto de inauguración del Hospital pediátrico de Marianao, “Juan Manuel Márquez”, el 30 de noviembre de 1989, “Año 31 de la Revolución”.
 

En todos nuestros hospitales pediátricos está la terapia intensiva. Eso fue algo que descubrimos en un momento dado, la importancia de la terapia intensiva, y la descubrimos cuando la epidemia del dengue. Los propios médicos empezaron a separar los casos más graves. En ese momento, en el año 1981, solo teníamos una terapia intensiva; hoy tenemos terapia intensiva en todos los hospitales pediátricos, que cuentan, además, con habitaciones aparte para los casos infecciosos. Ha sido de una enorme utilidad.
 
Si la epidemia del dengue en 1981 mató 100 niños, aproximadamente, y alrededor de 150 personas, pienso que por cada uno de los niños que murieron en 1981 por esa epidemia, estas salas de terapia intensiva han salvado, por lo menos, 100 niños; porque, realmente, le dan oportunidad a la medicina, le dan oportunidad a la ciencia, porque sin esas instalaciones, sin el equipamiento y el personal especializado, no se salva; un paro respiratorio, por ejemplo, no habría forma de resolverlo.
 
Ahora mismo nosotros vimos un caso de una niña que llegó muy grave a este hospital, con una infección generalizada por una neumonía; bueno, la tuvieron con respiración artificial 11 días y la tienen ya totalmente fuera de peligro, pero era un caso sumamente grave.
 
Ahora mismo pasamos por la terapia intensiva y vimos varios casos muy graves que no tienen salvación sin ese tipo de atención médica. Va quedando bastante completa nuestra red de hospitales pediátricos.
 
Comandante Fidel Castro Ruz, en despedida de duelo del combatiente Rolando Pérez Quintosa, efectuada en el cementerio Colon, el 17 de febrero de 1992, “Año 34 de la Revolución”
 

 
Nunca se dio una batalla, me atrevería a decir, tan intensa por salvar una vida, y soy testigo de eso. Un presidente de Estados Unidos no habría recibido jamás la atención que recibió Rolando; por un presidente de Estados Unidos, con todo y la enorme riqueza de ese país, no se hubiera hecho lo que aquí hicieron nuestros médicos y nuestros científicos por la vida de Rolando, porque una medicina inspirada en los principios del mercantilismo no sería capaz de hacer lo que hicieron nuestros médicos, técnicos, enfermeros y científicos por salvar la vida de este joven.
 
En una ocasión pregunté allí cuántas personas estaban trabajando directamente con él y me dijeron que 70. El número de médicos y científicos que luchó por la vida de Rolando, muchos de los cuales estuvieron permanentemente allí, ascendía a alrededor de 50. Todos los recursos de la ciencia fueron aplicados, ¡todos!: numerosos equipos médicos de tecnología avanzada desarrollados y fabricados en nuestro país, medicamentos nuevos y muy eficientes elaborados en nuestra patria; pero no solo lo mejor de nuestra ciencia y de nuestra medicina, sino lo mejor de la ciencia y de la medicina internacional.
 
Un equipo nuestro en cuatro horas podía precisar cuál era el antibiótico más eficiente para determinadas bacterias, a fin de combatir la infección, período de tiempo que por los procedimientos tradicionales se alargaba 50, 60, 70 horas. Este equipo estaba permanentemente allí y otros tipos de equipos para auxiliar a los médicos en la atención del paciente; equipos también de otros países, con los que cuentan nuestros hospitales, de los más modernos; medicamentos.
 
Les voy a revelar un detalle: en cierto momento los antibióticos controlaban las bacterias, controlaban la infección, pero el nivel de toxinas era ya muy elevado. Una transnacional norteamericana ha desarrollado un anticuerpo monoclonal para combatir las toxinas; producto o alguno similar que no estamos muy distantes de elaborar también nosotros; se dirigieron nuestros médicos a una sucursal o filial —como le llamen— en Europa, lo cual no era nada violatorio de las leyes de Estados Unidos, según tenemos entendido, y de la filial respondieron que no podían vender ese producto a Cuba para el paciente grave porque violaba las normas, principios o no sé qué cosa del embargo. Obtuvimos, de todas formas, el medicamento a través de amigos a quienes les suministramos los recursos y les solicitamos adquirirlos; más de 20 000 dólares se invirtieron en ese producto para tratar de combatir las toxinas cuando ya se había casi vencido la infección.
 
Desde luego, no se trataba de una sola complicación, sino que había numerosas complicaciones, pero una de las más graves era la infección. Fueron cuatro impactos, uno de los cuales le hizo estallar prácticamente el colon, creando las condiciones más propicias, precisamente, para la peritonitis, que no tardó en presentarse; pero también fue herido en los pulmones, fue herido en la pierna, y todo eso trajo serios problemas a los distintos órganos: cardíacos, renales, pulmonares, de todo tipo.
 
Como consecuencia del shock en que estuvo durante horas surgieron también problemas circulatorios, en la cicatrización, necrosis de una parte del intestino delgado que exigía intervenciones y más intervenciones, sangramientos en el estómago; respiraba artificialmente, porque el paciente estaba entubado desde los primeros momentos, se le podía mantener la vida con la respiración artificial. Pero había una esperanza de salvarlo a pesar de tan adversos factores, porque contribuía mucho su espíritu, podemos decir, su capacidad de resistir, su fortaleza no solo moral, sino también física, su juventud de 23 años, de lo contrario un organismo no habría podido soportar durante tanto tiempo aquel deterioro, como consecuencia de tantas complicaciones.
 
Recuerdo que en una de las visitas que realicé a ese hospital, pregunté si estaba despierto, si estaba consciente, y ese día estaba consciente, estaba despierto, pude verlo, saludarlo; otras veces estaba semidormido. Me reconoció inmediatamente, quería hablar —en ese momento no estaba entubado por la boca, sino que recibía respiración artificial a través de la tráquea, quería decirme algo, comunicarse, me miraba; pero le fue difícil articular palabra, fue difícil comprender qué quería decir. Sí puedo decirles que lo vi sufrir terriblemente, porque hubo un momento en que los sedantes y los analgésicos entraban en contradicción con los otros medicamentos que se estaban utilizando para salvarle la vida y, por lo tanto, no podían ni siquiera aliviarlo.
 
¡Cómo sufrió! Se dice fácil 37 días, pero hay que ver en qué condiciones vivió esos 37 días, cuánto tiene que haberse acordado del hijo, de la esposa, de la hermana, de los padres, de los familiares, de los compañeros. ¿Qué pasaría por su mente? Me pregunto a veces si habría podido percatarse del enorme interés que mostró nuestro pueblo por su salud y por su vida.
 
¿Qué pasará por la mente y cuáles serán los sufrimientos que en esas condiciones una persona padece?, con tantas transfusiones, cambios de sangre, plasmaféresis, cambios de suero sanguíneo, etcétera, etcétera. Y pensaba en eso, aún con la esperanza que teníamos todos de que se salvara, esperanza que no se perdió ni un minuto; porque cuando las posibilidades eran, según los médicos, de 0,5 %, es decir, de menos del 1 % de salvarlo, ellos seguían luchando por salvarlo. Y ellos derramaron tantas lágrimas como los familiares, como todo el pueblo, cuando al final no fue posible obtener el objetivo.
 
Realmente, tanto ellos como Rolando, como sus familiares, que no se apartaron un minuto de allí, merecían la victoria. Estos médicos y estos científicos y demás trabajadores de la salud que lo atendieron, merecen nuestro más profundo reconocimiento.
 
Se ha perdido una batalla, pero no se ha perdido la guerra, nuestra ciencia y nuestra medicina no han perdido esta lucha; ni nuestro pueblo ni nuestra Revolución la han perdido.
 
    Referencias bibliográficas
 
    1. Castro-Ruz F. Honras fúnebres de René Vallejo, el 14 de agosto de 1969 en el cementerio de Colón, disponible en:http://manzanillodecuba.org/datos/a158.htm
    2. Castro-Ruz F. Discursos e intervenciones del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, disponible en:http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/
    Agradecimientos por el soporte fotográfico
    Estudios Revolución y Biblioteca Nacional “José Martí”.