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Alexéev: Cuba mantuvo una posición muy digna en la Crisis de Octubre

Date: 

16/06/2014

Source: 

Prensa Latina
Fue en 1957 trabajando en Argentina cuando escuchó por primera vez hablar de la guerrilla que operaba en Cuba dirigida por Fidel Castro. A veces aparecían noticias sensacionalistas hablando de la muerte del líder rebelde y la derrota del movimiento revolucionario.
A pesar que la prensa comentaba escuetamente aquellos sucesos, la población argentina se percataba de la valentía de ese puñado de revolucionarios cubanos que sostenía desigual lucha contra el ejército de Fulgencio Batista, integrado por 40 mil soldados y oficiales.

Los estudiantes de la facultad de medicina de la Universidad donde se había graduado Ernesto Guevara exhibían en las ventanas del lugar fotografías de los sucesos en Cuba y retratos del Comandante en Jefe y el guerrillero de origen argentino.

De esta forma llegó a conocer algunos episodios de la lucha que se libraba en Cuba y a sentir respeto por los intrépidos jóvenes que combatían en la Sierra Maestra.

A fines de 1958 salió de Argentina y en Moscú lo nombran jefe de la sección latinoamericana del Comité de Relaciones Culturales con el extranjero. Me refiero a Alexandr Alexéev, periodista, diplomático y muchas otras cosas más pero sobre todo un soviético que se ganó el cariño y la amistad del pueblo cubano.

Cuando en enero de 1959 llegó a Moscú la noticia de la victoria de la Revolución, sorprendió a los entonces dirigentes soviéticos. Aunque admiraban la lucha que sostenía el pueblo cubano contra Batista, en la nación eran pocas las personas que estaban al tanto de lo que ocurría en el país caribeño.

Ignoraban que clase de revolución había conquistado el poder y quien era Fidel Castro. La mayor parte de las noticias que comentaban el acontecer cubano procedían de las agencias informativas capitalistas.

Al presidente del citado Comité, Yuri Zhukov, se le ocurrió enviar a Cuba a Alexéev para conocer de cerca el carácter de la Revolución y averiguar si existían posibilidades para la colaboración cultural.

Ahí comenzó sus relaciones con Cuba, que se mantuvieron estrechamente durante siete años. El 11 de agosto de 1962 presentó sus cartas credenciales como embajador hasta 1967, en que fue sustituido.

Conversé con él en diferentes ocasiones. Lo entrevisté en varias oportunidades. Nos vimos casualmente, por última vez, en las calles de Praga en agosto de 1968 cuando entraron, a dicho país, los tanques soviéticos. Al saludarnos me expresó sonriente: -En Cuba me mandaron a estudiar la Revolución y aquí la contrarrevolución.

Quedamos en vernos nuevamente. La cita tuvo lugar en un café de esta hermosa ciudad praguense. Conversamos durante varias horas. Aproveché la ocasión para pedirle que me narrara pormenores de su acercamiento a la Revolución Cubana y sus relaciones con los principales dirigentes. Accedió con gusto a la vez que me anunciaba que muchos de los comentarios y opiniones que me iba a expresar estarían recogidos en el libro que estaba escribiendo y se titularía: "Cuba, memorias de un embajador".

En el transcurso del dialogo me reveló que lo sustituyeron del cargo diplomático por sus divergencias con los principales dirigentes del Kremlin sobre el tema cubano. Siempre mantuvo una posición solidaria hacia el proceso caribeño.

Mencionó sus relaciones con Fidel Castro, Raúl Castro y Ernesto (Che) Guevara. Al nombrar a este último no pudo contener la emoción y en todo momento se refirió en presente al Guerrillero Heroico. Sobre el menor de los Castro dijo que era un gran criollo y con los pies puesto en la tierra.

-¿Qué hizo cuando le orientaron viajar a Cuba?

-Comencé a recoger información sobre el país y la Revolución Cubana. Pero había muy pocos materiales. Antes de mí llegada a La Habana, la habían visitado solo el periodista Vasili Chichkov, acreditado en México para participar en la "Operación Verdad", enero de 1959, y una delegación sindical soviética.

Aprovechaba toda posibilidad para entrevistarme con los cubanos que en pocas ocasiones llegaban a Moscú. Así, por ejemplo, sostuve una plática con Juan Marinello, presidente del Partido Socialista Popular (PSP). También hablé con Severo Aguirre, dirigente de esa misma organización.

En el propio verano de 1959 llegó a Moscú una delegación de periodistas cubanos, presidida por el comunista Luis Mas Martín, a los que acompañé en su recorrido por el país. Ellos me contaron mucho de lo que sucedía en Cuba y de Fidel.

-¿Cuándo solicitó la visa?

-En febrero de 1959.

-¿A través de quién?

-Por medio de nuestra embajada en México, hice los trámites pertinentes para solicitar un visado y quedé a la expectativa.

-¿Se la dieron enseguida?

-No.

-¿Qué tiempo se demoraron?

-Transcurrido seis meses desde el pedido de visado, no había recibido respuesta. Por fin, un bello día a fines de agosto o comienzos de septiembre llegó la noticia pidiendo enviar mi pasaporte a la embajada cubana en Suiza, donde obtuve el visado como corresponsal de TASS.

-¿Ya hablaba español?

-Lo perfeccioné durante mi estancia en Buenos Aires, Argentina.

-¿Por qué ruta llegó a Cuba?

-A fines de septiembre salí en avión y luego de escalas en Italia y Venezuela, llegué a La Habana el 1 de octubre de 1959.

-¿Quién lo recibió?

-En el aeropuerto me recibió un colaborador de Noticias de Hoy, periódico de los comunistas cubanos.

-En Cuba, ¿quién fue el primero que le habló de la Revolución?

-El director del diario Hoy, Carlos Rafael Rodríguez, fue el primero de hablarme con extraordinario entusiasmo de la Revolución Cubana. Me puso al tanto de cuanto acontecía, del calentamiento de la lucha de clases y me expresó enorme optimismo en cuanto a las perspectivas del desarrollo de la Revolución.

Se refirió con gran afecto a Fidel como líder popular que conduce al pueblo a la libertad e independencia, del pleno apoyo que los comunistas brindaban al programa de revolucionario.

-¿Trató con otros miembros del PSP?

-Mis interlocutores comunistas emitían sus juicios relativos a la Revolución con persistencia y seguridad. Francamente dicho, en aquellos momentos pesaba que el partido, salido de la clandestinidad tras brutales represiones, vería cualquier poder democrático como algo atractivo para los comunistas.

No tenían idea de la táctica y la estrategia que Fidel aplicaba en la lucha contra el imperialismo, me parecía que Estados Unidos no permitiría que Cuba rebasara los "límites de las admisibles y, en fin de cuentas, le impondría su voluntad".

-¿Conversó con alguien más?

-Con interés recuerdo que una de mis primeras relaciones en Cuba fue con un político muy joven, subdirector de Combate, otro diario revolucionario, órgano del Directorio Revolucionario "13 de Marzo", René Anillo. Me asombró que su análisis y los juicios de éste sobre el desarrollo futuro eran idénticos a los expuestos por Carlos Rafael.

-¿Mantuvo contacto con la población?

-Deambulaba por la ciudad, hacía observaciones, leía y conversaba con la gente viendo en ello mi principal trabajo.

-¿Cuál fue el primer jefe guerrillero que conoció?

-A través de Violeta Casals, a la que conocí en Moscú, formaba parte de la delegación de periodistas que visitó la Unión Soviética en 1959, habló con Che y este me concedió una entrevista.

-¿Recuerda la fecha?

-El 12 de octubre de 1959.

-¿A qué hora?

-A las dos de la madrugada.

-¿Dónde tuvo lugar el encuentro?

-Che me recibió en su despacho del Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA). En ese momento ocupaba la jefatura del Departamento de Industrialización.

Como acababa de llegar de Buenos Aires, llevé conmigo como regalo una caja de cigarrillos argentinos que por casualidad me quedaban. Al verlo le dije: -He aquí un pequeño regalo de su patria.

Los cigarrillos eran "Texas", nombre del Estado que Estados Unidos quitara a México. Al verlo pronuncio irónico: -ÂíVaya favor! Y comenzó a emitir su juicio del imperialismo norteamericano. Ahí me percaté qué clase de dirigente era Che. Le dije que me alegraba de mi torpe intento de brindarle una atención, ya que le impulsó a exponer francamente sus opiniones.

-¿Cuánto duró?

-La conversación se prolongó más de dos horas. Che parecía cansado, y cada 10 o 15 minutos utilizaba su inhalador porque padecía un fuerte ataque de asma.

-¿Cuál fue el tema?

-Nuestras evaluaciones respecto a diferentes sucesos mundiales resultaron idénticas, sin divergencias de criterios. Che me develó las perspectivas de desarrollo de la Revolución Cubana, diciendo que a su juicio, el único camino para conquistar la plena independencia de Cuba era la edificación de la sociedad socialista.

En el fondo del despacho trabajaba una simpática rubia. Pensé que era su secretaria. Me dio pena y armándome de valor dije en broma a Che que no estaba bien explotar así a sus subordinados. Me contó sonriente que era su secretaria y además su esposa. En esas circunstancias conocí a Aleida March.

-¿Lo siguió viendo?

-Con posterioridad nos encontramos en diferentes circunstancias. Recuerdo casos curiosos relacionados con él. Una vez, a fines de 1959, íbamos en automóvil para hacer una visita a Raúl Castro. Conducía el coche y al llegar al centro de La Habana chocamos con otro auto que avanzaba delante del nuestro.

Alrededor a Che se arremolinó mucha gente. Tuvimos que abandonar el automóvil en el lugar del accidente y tomar otro vehículo para llegar a la cita. El cubano cuyo auto quedó bastante averiado por culpa de Che se mostró entusiasmado por semejante accidente histórico.

Guardo memoria también de una visita que le hice a Che en 1960, en la oficina del Banco Central de Cuba del cual había sido nombrado recientemente presidente. Me acompañó hacia la ventana y, mostrándome una ventana de la casa del lado opuesto de la calle, me dijo que, según informaciones recibidas por el servicio de inteligencia, aquel día los terroristas se proponían disparar desde allí contra él.

A fin de no frustrar la operación encaminada a detenerlos, Che aparecía de vez en cuando ante la ventana para poner en evidencia que se hallaba en ese local.

Pocos días después Che me invitó a viajar a la provincia de Oriente, a los festejos del aniversario de uno de los primeros combates en la Sierra Maestra. En el aeropuerto estaba listo un pequeño avión de cuatro plazas Cessna. En este viaje nos acompañaba su esposa.

Cuando subimos a la nave vi que Che ocupaba el asiento del piloto. Me acorde del accidente en que perdió la vida Camilo Cienfuegos. Llegamos sin problema al destino pero no puedo olvidar, hasta hoy día, el nerviosismo que me atormentó durante el viaje.

-¿Cuál es su valoración de Che?

-Admiré siempre su firmeza revolucionaria, valor, notable capacidad de trabajo, modestia y gran humanismo. Empleaba el humor y lo usaba siempre en su trato con otras personas.

Che fue hombre y revolucionario de verdad. Acometía cualquier tarea difícil y siempre la llevaba a feliz término. Comprendía que el trabajo exigía nuevos conocimientos y se permitía estudiar matemáticas superiores y la lengua rusa, sabía manejar automóviles, aviones, cosechadoras, combinadas de caña.

Hizo valiosos aportes a las relaciones soviético-cubanas tanto en lo económico como en lo político.

Che fue el primer dirigente cubano que conocí. Al despedirme le pedí que trasmitiera a Fidel mi deseo de entrevistarlo. Ese era mi sueño dorado. Lo apuntó en su agenda y me prometió informarle al máximo dirigente de la Revolución.

-¿Tuvo noticia de la gestión?

-Al cabo de cuatro días, el 16 de octubre, en mi habitación en el hotel Sevilla, donde me hospedaba, sonó el teléfono.

-¿Señor Alexéev?

-Sí.

-El Comandante Fidel Castro está dispuesto a recibirle.

-Sí, solicité una entrevista y esperaba la respuesta.

-Ahora mismo llegará un automóvil para recogerlo.

Sin perder un minuto me puse un traje oscuro, me anudé una corbata gris clara. Es decir, me puse las prendas que correspondían al protocolo en caso de ser recibido por el Primer Ministro. Llegaron dos barbudos portando metralletas y me invitaron a montar en el automóvil. Los empleados del hotel me dijeron después que pensaron me habían llevado preso.

-¿A dónde lo condujeron?

-Llegamos al edificio del INRA, hoy de las Fuerzas Armadas, y me condujeron al piso 18 donde radicaban las oficinas del Primer Ministro. En el despacho se encontraban Fidel y Antonio Núñez Jiménez. Nos miramos con detenimiento.

Ellos vestían uniforme verde olivo con cuello desabrochado, calzaban altas botas militares y yo aparecía vestido de gala. Me sentí turbado por un momento. Fidel observó mi desconcierto y para tranquilizarme dijo bromeando que pasados 42 años, en aquellos días se aproximaba el 42 aniversario de la Revolución de Octubre, los cubanos comenzarían a observar las normas de protocolo. A partir de aquel momento raras veces me ponía el traje, dando preferencia a la guayabera.

Obsequié al líder cubano con una botella de vodka Stolischnaya, unas latas de caviar y un pintoresco álbum con vistas de Moscú. Les ofrecí cigarrillos emboquillados soviéticos Herzegovina Flor, que no habían visto nunca. Les causó sorpresa la larga boquilla de papel.

A la pregunta por qué contenían tan poco tabaco y tanto papel, contesté en broma que se fabricaron pensando en los barbudos cubanos para que no se quemaran sus barbas. Nuestros cigarrillos, no fuertes, no les gustaron. Fidel me ofreció un tabaco de casi 30 centímetros de largo, llamándolo Churchill, que bastó para nuestra platica de hora y media.

-¿De qué hablaron?

-Le manifesté el enorme interés que por la Revolución cubana y personalmente por él mismo mostraban el pueblo soviético, los dirigentes del Partido y del Gobierno de la URSS.

Fidel se refirió a la política del Gobierno cubano encaminada a profundizar el proceso revolucionario movilizando a los trabajadores e impulsando la lucha de clases. También mencionó a que, desafortunadamente, Cuba se encontraba inerme frente al agresivo vecino del Norte y se veía en la necesidad de sopesar cada paso hasta que se alcanzara la firme unidad del pueblo cubano y se garantizara la capacidad defensiva.

Caracterizó a los estadounidenses en el espíritu de la carta remitida a Celia Sánchez el 5 de junio de 1958 durante la lucha en Sierra Maestra, donde decía:

"Sierra Maestra. Celia: Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos.

Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero.

Fidel"

-¿A qué otras cuestiones se refirió el líder guerrillero?

-Habló de la Reforma Agraria, que debería acabar con todos los latifundios, pero con una particularidad que la tierra no se distribuiría entre los campesinos, como había ocurrido en Rusia a raíz de la Revolución de Octubre. La mayor parte de la población rural en Cuba la constituyen obreros agrícolas, no interesados en adquirir una parcela de tierra. De modo que la repartición de los latifundios significaría un retroceso en el plano económico y social, puesto que convertiría al proletariado agrícola en pequeños propietarios, y la economía organizada en caótica.

Por lo tanto -decía- sobre la base de los latifundios se formarían haciendas del Estado y cooperativas agrícolas. Solo parte de las tierras se entregarían a los campesinos necesitados, para quienes se crearían condiciones de existencia dignas.

Durante el diálogo, Fidel pidió que su secretaria, Conchita Fernández, trajera galletitas para probar el caviar y el vodka. Abrió las latas, destapó la botella y, saboreando, apreció el sabor de los productos soviéticos.

Sonriendo dijo en broma a Núñez Jiménez que valía la pena establecer relaciones comerciales con la Unión Soviética, aunque solo fuera para comprar dichos productos. En cambio podían suministrar tabacos para que los soviéticos pudieran apreciar en su justo valor la calidad del legítimo habano cubano.

-¿Trataron sobre las relaciones diplomáticas?

-Yo se lo planteé.

-¿Qué le respondió?

-Fidel me sorprendió con su respuesta sobre las relaciones diplomáticas. Por el momento no habrá ningún cambio al respecto, dijo. En general me opongo a los formalismos si estos no surten efecto. La creación de las condiciones necesarias para restablecer las relaciones diplomáticas llevará tiempo. Max y Lenin escribían que para llevar a cabo una nueva política y plasmar en la vida las nuevas ideas, antes se precisa convencer de ello a las masas y proceder de modo que éstas las hagan suyas y participen en la aplicación práctica de la nueva política.

Hasta la fecha, todo lo que se habla de la URSS en Cuba es negativo. Haremos todo lo que este a nuestro alcance para poner coto a la difusión de la propagada antisoviética y convencer a la población de la necesidad de establecer relaciones amistosas con la Unión Soviética.

En esa conversación Fidel dio a entender con claridad que para conquistar la total independencia y la libertad de Cuba no podría seguir otra vía que no fuera la de construir una sociedad justa, sin mencionar la palabra socialismo, exenta de la explotación del hombre por el hombre y liberase del vasallaje económico respecto de Estados Unidos.

-¿Qué otros asuntos?

-Me comentó que a Núñez Jiménez se le ocurrió la idea de exhibir en Cuba la exposición industrial soviética que se inauguraba en México, en el mes de noviembre de 1959. Núñez la vio en Nueva York y le gustó mucho. Es una buena oportunidad para mostrar al pueblo los logros de la Unión Soviética y para sacarle del error en cuanto al retraso de la URSS sugerido por la propaganda burguesa.

A más de esto sugirió que Anastas Mikoyán, vicepresidente primero del gobierno soviético, viajara de México a Cuba para discutir lo referente a la inauguración de la exposición y una serie de otros problemas. Ya se había anunciado que Mikoyán iba al frente de la delegación gubernamental.

-¿Algo le llamó la atención?

-Sí.

-¿Qué fue?

-El que invocara a los clásicos del marxismo-leninismo me asombró, puesto que en aquella época ni siquiera podíamos imaginar que conocía la teoría marxista. Posteriormente llegué a saber, de círculos muy allegados a él, y luego me lo dijo él mismo, que en el inicio de su actividad revolucionaria le causó enorme impresión el Manifiesto Comunista de Max y Engels.

Después supe que antes de emprender el asalto al cuartel Moncada había leído prácticamente todos los trabajos de los clásicos del marxismo dedicados a la insurrección armada, editados en español, y fue por ello que en el tribunal que lo juzgó se le imputó haber tenido un tomo de las obras de Lenin.

-¿Cuándo se volvieron a encontrar?

-En noviembre, me mandó a buscar. Me pidió que partiera urgentemente para México, para trasmitirle su invitación a Mikoyán a presentar en Cuba la exposición. Me comentó que abrigaba la esperanza que esa misión se coronara con éxito y que sería el primer paso práctico hacia el establecimiento "no formal" de las relaciones soviético-cubanas. Esa invitación, cuando aún no existían relaciones diplomáticas, era un buen síntoma.

Se planteó el problema de mi visado para México. Fidel le dio instrucciones a Núñez que fuera a ver al embajador Gilberto Bosque y le planteara la situación. El diplomático azteca resolvió la visa.

-¿Cómo recibió Mikoyán la invitación?

-El dirigente soviético me atendió enseguida. Mostró un gran interés por mí informe sobre la Revolución y sus principales dirigentes. Me asombró la aprobación, sin vacilar, de la idea de organizar la exposición en La Habana tan pronto como fuera clausurada en México, a pesar de que se planteaba llevarla a otro país, y consistió en viajar próximamente a Cuba.

-¿Y cuando regresó?

-Al día siguiente, alentado por el éxito, llevando las notas del Himno Soviético y banderas nacionales, que podrían ser imprescindibles en caso de actos protocolares.

-¿Ya en La Habana, con quién se reunió?

-A mi regreso me entrevisté enseguida con Raúl Roa, ministro de Relaciones Exteriores, comunicándole la noticia de que Anastas Mikoyán llegaría a la capital cubana en los próximos cinco días, el 28 de noviembre de 1959.

-¿Cuál fue la reacción de Roa?

-Tuve la sensación que se sorprendió y había quedado confundido. Comenzó explicándome que en aquellos días se había complicado mucho la situación.

En la propia fecha que se anunciaba la llegada de Mikoyán, se celebraba en La Habana un congreso católico cuya cúpula asumían una actitud sospechosa respecto a la Revolución, y la visita del dirigente comunista podría ser aprovechada por la contrarrevolución con vista a montar provocaciones. Me pidió que viajara urgentemente a México y explicase a Mikoyán la situación existente y le pidiera aplazar su visita.

Le pedí a Roa que me acompañara un funcionario cubano y seleccionó a Héctor Rodríguez Llompart, alto funcionario de la Cancillería.

-¿Asimiló Mikoyán la noticia?

-Primero me encontré a solas con él. Le informé de la situación, pensando que ya me veía, al igual que los dirigentes cubanos, como "muchachos pocos serios". En cambio, siguió con interés mi relato sin dar muestras del más mínimo enojo. Por el contrario aprobó la decisión cubana, y dijo:

"Proceden de manera correcta. No es conveniente irritar al adversario. Puedo llegar a La Habana más tarde, para presenciar el acto de inauguración de la exposición".

Después recibió a Rodríguez Llompart y le dio a conocer el mismo criterio. Encontré en él plena compresión.

Finalmente, el 5 de febrero de 1960, con la presencia de Mikoyán y la asistencia del gobierno en pleno encabezado por Fidel es inaugurada, en el Palacio de Bellas Artes de La Habana, la Exposición Soviética de Ciencia, Técnica y Cultura. En los instantes que Mikoyán va a cortar la cinta para dejarla abierta, sucedió un hecho simpático. -¿Qué ocurrió?

-En ese momento en dirección contraria venía caminando el Comandante Crescencio Pérez acompañado de su familia, estaba recorriendo la exposición. Nos quedamos paralizados pues no sabíamos lo que acontecía. De pronto se escuchó una voz en ruso que le decía a Mikoyán que cortara la cinta y se le dio inicio a la ceremonia.

-Fidel y Mikoyán recorrieron el país.

-Estuvimos en el Valle de Viñales en Pinar del Río, en Isla de Pinos (Isla de la Juventud), en la Laguna del Tesoro en la Ciénega de Zapata, en Camagüey, y la Gran Piedra y la Ciudad Escolar 26 de Julio en Santiago de Cuba. La mayor parte del viaje lo hicimos en un helicóptero que trajo Mikoyán.

Igualmente firmaron un importante convenio comercial. Ese fue el primer convenio comercial cubano-soviético. Mediante el acuerdo otorgábamos a Cuba un préstamo de 100 millones de dólares a pagar en 12 años y la compra de cinco millones de toneladas de azúcar, a servir un millón por año.

-¿Con el tiempo pudo averiguar por que se demoró el otorgamiento inicial de su visa?

-En una ocasión se lo pregunté a Fidel.

-¿Qué explicación le dio?

-Mi pregunta no lo sorprendió. Por lo cual deduje que él estaba al corriente. Me argumentó que mi viaje a Cuba en la primera mitad de 1959 no me hubiera dado la posibilidad de formarme una idea íntegra y correcta del carácter que revestía el progreso revolucionario, puesto que, tomando en consideración de fuerzas en el Gobierno y en la sociedad de aquella época, aún no se podría afirmar con plena seguridad que la revolución iba a seguir la vía trazada. Hoy día contamos con esa garantía y por lo tanto nuestra conversación cobra un carácter más concreto.

-¿Y por qué se la otorgaron como corresponsal de TASS?

-Fidel se refirió que en lo referente al visado como corresponsal de TASS, esto era lógico también ya que a la Isla acudían periodistas de todos los países, deseosos de comentar los acontecimientos en el país, pero aún no había llegado la hora para que llegase a Cuba un representante de un organismo estatal soviético.

-¿A qué conclusiones llegó después de ese razonamiento?

-Esa entrevista me ayudo a comprender correctamente el carácter de la Revolución Cubana y su proyección futura.

-¿Qué más le llamó la atención?

-Sus numerosos y apasionados discursos transmitidos por radio y televisión y dedicados a los problemas de actualidad, los que desempeñaron un papel primordial para erradicar prejuicios antisoviéticos y anticomunistas. Todo el pueblo esperaba con impaciencia las intervenciones de Fidel.

Me cautivaban en sus comparecencias la lógica y la profundidad del análisis de los acontecimientos. El líder de la Revolución se comunicaba constantemente con el pueblo, sentía su pulso, conocía los problemas que le inquietaban y los comentaba oportunamente. Al pronunciar un discurso, nunca hacía uso de texto y todas sus alocuciones eran consecuentes y bien hilvanadas.

Se explica porque, si bien hablaba improvisando, sus discursos siempre estaban precedidos de enorme labor de intelección y comprobación, en previas charlas con centenares de hombres, de lo correcto de las tesis que promovía.

Conozco decenas de casos de diálogos en los que Fidel manifestaba ideas concretas que le inquietaban, seguía la reacción del interlocutor y más tarde le oía exponer los mismos pensamientos, pero bien pulidos, donde recogía la opinión de muchos participantes.

La participación de Fidel en la lucha revolucionaria, la guerrilla en las montañas y la lucha de clases que se desenvolvió en el país tras el triunfo de la Revolución contribuyeron a la formación de sus concepciones marxistas.

-¿Mencionó el socialismo?

-Aunque en nuestra primera entrevista en ninguna ocasión mencionó el término socialismo, todo el desarrollo de sus ideas sobre la edificación de una sociedad más justa, la movilización de las masas trabajadoras a la lucha contra los opresores, el armar al pueblo para rechazar el ataque de los enemigos de adentro y de afuera, evidenciaban una clara visión de las metas históricas que planteaba la Revolución Cubana.

El llamado que hizo Fidel el 16 de abril de 1961, horas antes del desembarco mercenario por Playa Girón, exhortando no solo a defender a la Revolución Cubana, sino a Cuba socialista.

-¿Lo sorprendió el anuncio?

-No fue una novedad para mí ni para quienes conocían bien sus pensamientos y principios ideológicos.

-¿Fue objeto de alguna provocación por parte de elementos reaccionarios?

-Por aquellos días, seguramente cuando la CIA conoció de mi estancia en Cuba, siendo el único representante soviético, se llevó a cabo una provocación en mi contra.

En el hotel me visitó un grupo de estudiantes de la Universidad de La Habana que se presentaron como ardientes partidarios de la Revolución. Se interesaron por mi actitud hacia la Revolución cubana. Como es lógico hablé bien de la Revolución y de sus líderes, y sobre todo de Fidel.

Poco días después en Trinchera, un periódico estudiantil editado por dicho grupo en forma irregular, con tirada de varios centenares ejemplares y financiado por la CIA, según conocí mas tarde, se publicó una mención a aquella entrevista atribuyéndome declaraciones cuyo contenido se reducía a que la Revolución cubana era un puente que favorecía crear en Cuba un régimen parecido al de los países de democracia popular europeos.

Posteriormente la prensa reaccionaria que quedaba en el país trasmitió mis supuestas declaraciones.

-Durante sus años en Cuba usted fue testigo de importantes acontecimientos.

-ÂíComo no! Desde la explosión del barco La Coubre, las actividades de los alzados en el Escambray, el desembarco mercenario por Playa Girón, las agresiones económicas aplicadas por el gobierno norteamericano pero también pude contemplar el desarrollo y consolidación del proceso revolucionario que siempre contó con nuestro apoyo.

-En esa relación se le ha olvidado algo.

-¿Qué se me olvidó?

-La Crisis de Octubre.

-Esos fueron momentos muy duros, extremadamente delicados. Estuvimos a punto de una confrontación nuclear. Cuba mantuvo una posición muy digna. Los Cinco Puntos planteados por Fidel han quedado como un documento histórico. Prefiero no abundar ese tema.

-La asistencia militar soviética fue de una gran ayuda.

-Nuestras principales autoridades políticas casi siempre estuvieron en disposición de prestar su cooperación pero sinceramente los grandes aliados de ustedes eran los miembros de las Fuerzas Armadas. Los militares soviéticos no dudaron en ningún momento prestar su ayuda solidaria a Cuba en hombres y armamentos.

Sobre la cooperación en armamentos, recuerdo que en una conversación con Fidel en casa de Núñez Jiménez, en esa época vivía en la Fortaleza de la Cabaña, hablando sobre esta cuestión alguien comentó que las armas podían ser transportadas en submarinos. Aquello fue como ponerle un cohete a Fidel.

-¿Por qué un cohete?

-Fidel dio un salto a la vez que con gran irritación manifestó: "Cuba es un país soberano y puede contar con cualquier tipo de armamento. ¿Qué era eso de traer las armas por submarinos?".

-¿Quién propuso los submarinos?

-No recuerdo

-¿Qué imagen conserva de Fidel?

-La primera conversación con Fidel disipó cualquier duda en cuanto al carácter antiimperialista y profundamente progresista de la Revolución Cubana. Comencé a confiar en los objetivos finales de la Revolución, hecho que me ayudó en mi trabajo durante mis ocho años de permanencia en Cuba.

Fueron muy frecuentes mis entrevistas con él y cada plática revelaba nuevos rasgos, propios de esta eminente personalidad y estratega, que entrega todas sus fuerzas y entusiasmo a la causa de la construcción del socialismo, para el bien de su pueblo y de los pueblos de otros países en la lucha por la independencia.

Deseo citar un curioso episodio. Tenía la idea aprovechar en la plática, en caso de presentarse la ocasión, la circunstancia de que prácticamente coinciden su cumpleaños y el mío. Él nació el 13 de agosto de 1926. Cuando me dijo sonriendo que el Kremlin le había enviado un emisario cuyo nombre se identifica con su segundo nombre: Alejandro, le advertí que había otra coincidencia, la de los cumpleaños, por cuanto yo también nací en esa fecha. Entonces, respondió que el día de mi nacimiento no era el 13 de agosto, sino el 14. Al contestarle que él no tenía en cuenta la diferencia de ocho horas entre Moscú y La Habana, estalló en carcajadas.

Establecimos una sincera y fluida amistad, una relación de amigos. Fidel es un hombre honesto, valiente, sincero. Es un político y estratega brillante.

*Prestigioso periodista cubano. La entrevista fue realizada en Praga, en 1968. Alexandr Alexéev falleció en Moscú el 19 de junio de 2001, a la edad de 88 años.