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Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (II)

Date: 

14/04/2012

Source: 

Diario Granma

Nacimiento y aprobación de la Operación "Anadir"

El 24 de mayo de 1962 se celebró en Moscú una sesión ampliada del Consejo de Defensa de la URSS, en la que estuvieron presentes los integrantes del Presidium del Comité Central del Partido, sus secretarios y la dirección del Ministerio de Defensa. En la reunión fue analizada la proposición para el traslado del arma nuclear a Cuba.

Fidel conversa con Anastas Mikoyan. A su lado, Armando Hart Para el cumplimiento de la misión planteada se propuso asignar las fuerzas siguientes: l) de las Tropas Coheteriles Estratégicas, una división coheteril; 2) de las Tropas Terrestres, cuatro regimientos de infantería motorizada; 3) de la Fuerza Aérea, dos regimientos de cohetes alados tácticos, un regimiento de helicópteros y una escuadrilla independiente de bombarderos ligeros; 4) de las Tropas de la Defensa Antiaérea, dos divisiones coheteriles antiaéreas, dos batallones radiotécnicos y un regimiento de aviación de caza; 5) de la Marina de Guerra, una escuadra integrada por dos cruceros, cuatro destructores y once submarinos, una brigada de lanchas coheteras, un regimiento coheteril de defensa costera y un regimiento de aviación equipado con minas y torpedos.

La Agrupación de Tropas Soviéticas (ATS) también contaría con una serie de unidades de aseguramiento combativo, entre las que se pueden citar un regimiento de comunicaciones, dos batallones de tanques independientes, un batallón de zapadores, uno de reconocimiento, uno de radio, otro de microondas y un grupo independiente de artillería antiaérea de 100 mm. Además de estas unidades, la Agrupación tendría un escuadrón de aviones de transporte, dos bases flotantes para los submarinos, dos barcos de carga, dos tanqueros y dos barcos talleres para las unidades navales.

La cantidad total de efectivos de la Agrupación sería de alrededor de 53 mil hombres y para su traslado se requeriría de no menos de 80 barcos del Ministerio de Marina Mercante de la URSS. El movimiento de las tropas y el armamento se efectuaría desde mediados de julio hasta principios de noviembre, cuando se haría pública su presencia en Cuba.

Se propuso que todas las medidas relacionadas con la actividad se realizaran bajo la denominación convencional de Operación "Anadir". Esto se hacía con fines de encubrimiento, pues el río Anadir vertía sus aguas, o sus hielos, en el estrecho de Bering y se quería utilizar la leyenda de que todos los movimientos de tropas que se producirían formaban parte de un entrenamiento estratégico con el traslado de tropas y armamento hacia la región del norte lejano del país. También se proponía que para reforzar la leyenda se cargaran en los barcos partidas de esquies, ropa de abrigo especial, trineos, estufas, botas de fieltro y otros objetos característicos para emplear en un clima muy frío.

Inicialmente Jruschov presentó sus consideraciones; a continuación el mariscal Malinovski dio lectura a la nota con las proposiciones y después se pasó al debate, en el que intervinieron muchos de los presentes, incluyendo a Mikoyan que planteó sus argumentos acerca de que aquel era un paso muy peligroso y que resultaría casi imposible que el traslado y emplazamiento de los proyectiles nucleares en Cuba se pudiera efectuar en secreto.

Se consideró que el traslado de los cohetes a Cuba era una acción en defensa de un aliado y de una posición avanzada en peligro, interpretándose que las frecuentes amenazas a la Isla eran una prueba de que Kennedy se proponía aprovechar la ventaja nuclear de su país para que Moscú se viera obligada a abandonar a Cuba, por lo que la ejecución de la Operación sería para defender las conquistas de la Revolución Cubana, pero también la reafirmación de la credibilidad de la URSS como superpotencia, ya que de otra forma Cuba se perdería y eso afectaría el prestigio del país. Si los estadounidenses hubieran desembarcado en aquellos momentos en la Isla, la Unión Soviética se hubiera visto precisada a comenzar la guerra o a resignarse con la derrota. No se podía iniciar una guerra tan devastadora, pero tampoco se podían resignar con la derrota, pues ¿cómo hubiera reaccionado el campo socialista si los norteamericanos ocupaban a uno de sus integrantes?, ¿comprenderían la pasividad de la URSS en ese caso? Había que encontrar una variante que impidiera la agresión a Cuba y no desencadenara una guerra, y esa variante podría ser el traslado de los cohetes. Había que tener en cuenta que la fuerza militar solo se podía frenar con la fuerza militar.

Además, existía el antecedente de que la URSS nunca había emplazado armas nucleares en otros países en el pasado, pero en aquellos momentos los presentes tenían en cuenta que su nación estaba rodeada de bases militares y que había cohetes norteamericanos de alcance medio en Europa que apuntaban contra su territorio, por lo que la aparición de cohetes soviéticos similares en Cuba no era más que una medida necesaria para equilibrar el nivel de riesgo nuclear de ambas partes, además de que contribuiría a compensar en algo el atraso que tenían en este tipo de armamentos con respecto a los norteamericanos. Por otro lado, siempre estaba presente la pregunta: ¿por qué los Estados Unidos podían tener sus cohetes en Europa y la Unión Soviética no podía tenerlos en Cuba?

En definitiva, la proposición fue debatida y analizada desde distintos puntos de vista, hasta que llegaron a la conclusión de que era conveniente instalar los cohetes nucleares en la Isla, haciéndolo en secreto y colocando a Estados Unidos ante el hecho consumado. Con esto, además de proteger a la Revolución Cubana, la URSS ganaría prestigio en el contexto de la rivalidad mundial entre las superpotencias, demostrando que podía extender su poderío para proteger a un amigo distante.

Como consecuencia de las medidas extremas de secreto adoptadas, todos los documentos se confeccionaban a mano y en un solo ejemplar; incluso había sido elaborada así la nota con la proposición que acababan de debatir. Como constancia de la decisión tomada en aquella reunión, se conservó un documento muy escueto, elaborado a mano por el secretario del Consejo de Defensa en el reverso de la propia nota de la proposición, en el que se decía que la Operación "Anadir" había sido aprobada por unanimidad, que el documento se conservara en el Ministerio de Defensa de la URSS y se ratificara después de recibir la aprobación de Fidel Castro, por lo que se enviaría una comisión a Cuba para efectuar conversaciones. A continuación aparecían las firmas de todos los integrantes del Presidium (1).

LA VISITA A CUBA

La comisión estaba presidida por Sharaf Rashidov, miembro suplente del Comité Central y primer secretario del Partido Comunista en Uzbekistán, e integrada además por el mariscal Serguei Biriuzov, jefe de las Tropas Coheteriles Estratégicas, y Alexander Alexeiev. Al decir de Alexeiev, todos estaban convencidos de que Fidel no daría su consentimiento. También fueron incluidos en la comisión los generales Ushakov y Agueiev y otros especialistas, los que llevaban la misión de hacer un rápido reconocimiento preliminar de los puertos de descarga, los aeródromos para la aviación y las regiones previstas para el emplazamiento de los cohetes.

De esta forma, tenemos que la decisión preliminar estaba tomada. Las Fuerzas Armadas de la Unión Soviética, y las de Rusia en general en toda su historia, nunca habían ejecutado una operación como aquella; hasta el momento se habían trasladado grandes contingentes de tropas solamente por tierra, en esto tenían mucha experiencia, pero en esa ocasión tendrían que llevar una agrupación de más de 50 mil efectivos allende el océano, a la distancia de diez mil kilómetros, en secreto y a un ritmo vertiginoso.

Como vimos anteriormente, en el calendario aprobado en marzo para la ejecución de la Operación "Mangosta", estaba previsto que en octubre de 1962 se produciría la revuelta generalizada del "sufrido pueblo de Cuba", y la intervención decisiva de los Estados Unidos en cualquiera de las variantes previstas para posibilitar el derrocamiento del régimen de Castro; esto significaba que ya desde esa época, cuando aún no había cohetes soviéticos en Cuba y ni siquiera se había hecho tal propuesta, estaba decidido que en octubre de ese año estallaría una crisis de dimensiones extraordinarias en el Caribe... Solo que los planificadores de la CIA y el Pentágono no podían ser capaces de imaginar cuáles serían verdaderamente las características que tendría dicha crisis. Surge en estas condiciones la pregunta: ¿quién fue el culpable de los hechos dramáticos que se desarrollaron en el Caribe varios meses después, el que preparó en secreto el ataque a Cuba o aquel que organizó en secreto su defensa? La respuesta solo puede ser una: si no se hubiera producido la amenaza, no habría sido necesaria la defensa.

El 26 de mayo el mariscal Malinovski ratificó la relación de las personas que se autorizaban para el trabajo en el plan de la Operación "Anadir". Aunque en el Estado Mayor General sobraban tareas para una veintena de oficiales solo autorizaron a cinco personas: el coronel general Ivanov, los generales Gribkov, Povali y Eliseiev y el coronel Kotov.

El 29 de mayo llegó a La Habana una delegación de alto nivel, presidida por Sharaf Rashidov e integrada por especialistas en hidrotécnica fundamentalmente, los que brindarían su colaboración para resolver los problemas de hidráulica existentes en la agricultura cubana, agravados por la sequía que afectaba al país, según publicó el periódico Revolución. Uno de los integrantes de la delegación era el ingeniero Petrov, más conocido en su casa como Seriozha (diminutivo cariñoso de Serguei) Biriuzov, mariscal de la Unión Soviética y jefe de las Tropas Coheteriles Estratégicas, quien viajó con ese seudónimo para no llamar la atención de los servicios secretos extranjeros.

Ese mismo día Alexeiev contactó con el Comandante Raúl Castro y por la noche la delegación se encontró con el Primer Ministro, Comandante en Jefe Fidel Castro. Este ha contado en más de una ocasión que durante la entrevista le preguntaron qué él creía que sería necesario para evitar una invasión de los Estados Unidos; la respuesta fue que la mejor forma sería si los Estados Unidos supieran que una invasión a Cuba significaría la guerra con la Unión Soviética. Entonces plantearon que eso no podía garantizarse con palabras o promesas, que solo podía lograrse con un hecho muy demostrativo de la decisión de los soviéticos y que ese hecho solo podía ser el emplazamiento de sus proyectiles nucleares en la Isla. El Comandante Fidel Castro ha expresado que en ese momento entendió que ellos estaban interesados en instalar los proyectiles, pues eso habría significado un cambio en la correlación de fuerzas y una mejoría en la posición militar de la Unión Soviética y de todo el campo socialista. El dirigente cubano hizo algunas preguntas y planteó que necesitaba reunir a la Dirección del país para informar y tomar una decisión.

La reunión fue organizada rápidamente: "A mí, personalmente, no me gustaba la presencia de esa base militar soviética en Cuba, por una razón de imagen de Cuba, de imagen de la Revolución Cubana. Pero no lo analizamos como una cuestión de gusto o no, sino desde el punto de vista ético y moral. Vimos aquello desde otro ángulo: si deseamos que los soviéticos nos apoyen en caso de una agresión, sería inmoral oponernos a la presencia de esas armas en nuestro país, puesto que esas armas fortalecen también a la Unión Soviética. Ese fue el argumento que analizamos en la Dirección de nuestro Gobierno y de nuestro Partido, el argumento moral, y que constituía un deber. Por eso dimos una respuesta positiva"(2).

Al día siguiente, 30 de mayo, se efectuó el segundo encuentro, en el que el líder cubano planteó: "Si hacen falta esos proyectiles aquí para fortalecer las defensas de la Unión Soviética y del campo socialista, y, además, sirven para prevenir una agresión militar directa por parte de Estados Unidos contra Cuba, se pueden instalar en nuestro país los proyectiles que sean necesarios. Todos los proyectiles que sean necesarios" (3).

Ahora bien, surge la pregunta siguiente: ¿había necesidad de llevar los cohetes nucleares a Cuba?, es decir, ¿existía otra alternativa que no fuera la seleccionada? Sobre esto se continúa discutiendo en la actualidad y se han vertido múltiples criterios, por lo que el autor también quiere exponer el suyo. Alguien ha planteado que está convencido de que no había que llevar los cohetes a la Isla, que los dirigentes de los Estados Unidos, la URSS y Cuba se debieron sentar a la mesa de negociaciones con el Secretario General de la ONU, para solucionar las cuestiones en disputa. Esto se dice fácil, pero era algo difícil instrumentarlo. El problema hubiera radicado en llevar a los dirigentes de los Estados Unidos a esa reunión.

También se dice que se podría haber firmado un acuerdo militar y que los soviéticos plantearan que una agresión a Cuba equivalía a una agresión a la URSS. Aunque se dijera lo que se dijera, difícilmente los norteamericanos se hubieran detenido solo ante papeles y palabras, pues estaban convencidos de que podrían liquidar el problema rápidamente y presentar al mundo un hecho consumado, y de que ni la Unión Soviética ni nadie comenzaría una guerra cuando ya no hubiera objetivo que defender, solo porque un acuerdo estuviera escrito en un papel, máxime sabiendo que tenían una gran desventaja en el balance de los armamentos nucleares.

El problema era que los dirigentes norteamericanos se sentían tan humillados después de la derrota de Girón, estaban tan comprometidos con la campaña contra Cuba en que se habían embarcado por despreciarla, por considerar inaceptables sus actos soberanos en el feudo de su traspatio más seguro, y se encontraban tan convencidos de que podrían solucionar con facilidad el problema empleando toda su fuerza, que sería virtualmente imposible desviarlos del camino trazado, a no ser de una forma que hiciera evidente la confrontación directa con la URSS, o lo que era más importante, el temor a que algunos de los cohetes que se emplazaran en la Isla pudieran ser lanzados sin autorización contra los Estados Unidos en caso de un ataque, con el resultado de centenares de miles o millones de víctimas y grandes destrucciones en su país.

Adelantándonos un poco a los acontecimientos, diremos que durante la crisis que se desencadenó meses más tarde, una parte de los dirigentes norteamericanos estaba por el ataque, afrontando todos los riesgos, pues consideraban que ni en la situación que se creó la URSS iría a una guerra por Cuba. Tal vez la única otra forma efectiva de impedir la agresión hubiera sido equipar a las Fuerzas Armadas cubanas con armas nucleares tácticas, que no amenazarían el territorio de los Estados Unidos y harían impagable el costo en bajas de una invasión con tropas estadounidenses.

En lugar de la necesidad de disuadir a los Estados Unidos para que no interviniera en Cuba, muchos historiadores plantean con insistencia otras dos causas principales para que los soviéticos tomaran la decisión de emplazar sus cohetes en la Isla: 1) dar una respuesta al despliegue de armas nucleares norteamericanas en Europa, haciendo uso del "igual derecho" a desplegar las suyas en territorio adyacente a los Estados Unidos y 2) la necesidad de compensar el enorme desbalance que entonces favorecía a los Estados Unidos en el número de armas nucleares y de los medios para su traslado.

El primero de estos planteamientos constituía una aspiración justa de la URSS, difícil de rebatir a la luz del principio de la igualdad de derechos de las naciones recogido en la Carta de la ONU, y ponía a los Estados Unidos en situación de "igual peligro", aunque no parece justificar por sí solo la decisión de llevar los cohetes a Cuba, con los riesgos que dicha acción entrañaba; claro, que si ese efecto se producía por carambola, como un resultado colateral de la decisión de enviarlos para defender a la Revolución Cubana, sería bienvenido. El segundo planteamiento es esgrimido por muchos como la razón verdadera oculta de la acción emprendida; este tiene que ver con algo llamado correlación de fuerzas y requiere un análisis más detallado.

LA APROBACIÓN DEFINITIVA

El 4 de junio de 1962 el Ministro de Defensa de la URSS ratificó el plan calendario para la preparación de la Operación "Anadir", el que contenía decenas de medidas de carácter organizativo, entre ellas las indicaciones generales para la formación, completamiento y preparación de las unidades participantes, la organización del embarque y, sobre todo, el aseguramiento para mantener el carácter secreto del traslado de las tropas, así como el plan de enmascaramiento operativo elaborado con representantes del Comité de Seguridad del Estado (KGB, siglas en ruso) y del Ministerio de Relaciones Exteriores. En el cumplimiento del plan participaron muchos ministerios y departamentos, incluyendo al Consejo de Ministros de la URSS, los estados mayores de los Tipos de Fuerzas Armadas, así como las direcciones principales y centrales del Ministerio de Defensa y el Estado Mayor General. El jefe del EMG, mariscal Matvei Zajarov, y el grupo operativo compuesto por los generales Ivanov, Povali, Gribkov y Eliseiev y el coronel Kotov, fueron responsabilizados por el control del cumplimiento del plan.

Hay que decir que los especialistas que integraban la delegación soviética presidida por Rashidov, que visitó a Cuba para entrevistarse con Fidel Castro, no contaron con el tiempo necesario para realizar el reconocimiento detallado de la región que había sido seleccionada por los mapas desde Moscú para el emplazamiento de la división coheteril, lo que posteriormente incidió en forma negativa en la determinación de las posiciones concretas de las unidades y en la ejecución de los trabajos de ingeniería que resultarían necesarios para preparar los emplazamientos y efectuar su enmascaramiento.

Cuando la delegación militar regresó de Cuba con la aprobación del Comandante Fidel Castro, fue organizada rápidamente una nueva reunión del Presidium del Comité Central. Esta se efectuó en la mañana del 10 de junio de 1962. En la reunión estuvieron presentes todos los miembros efectivos y los candidatos a miembro del Presidium, además de los integrantes del Consejo de Defensa. Rashidov y el mariscal Biriuzov informaron sobre los resultados de su trabajo, manifestando que en Cuba se podrían emplazar fácilmente y en secreto los cohetes, ya que allí... ¡había muchos palmares! Conclusión asombrosa por su incultura militar, en opinión del general Anatoli Gribkov, que fue aceptada sin chistar por todos los presentes. La cuestión consiste en que, mirando las cosas con demasiada benevolencia, se podría aceptar que un cohete pudiera confundirse con una palma, pues sus formas eran parecidas, aunque los primeros resultaban mucho más gruesos y algo más altos que la mayoría de las palmas. Sin embargo, el problema radicaba en que los cohetes solo se colocan en posición vertical cuando van a ser lanzados o durante los entrenamientos, permaneciendo la mayoría absoluta del tiempo en posición horizontal, y no es fácil enmascarar sus voluminosos cuerpos cilíndricos de más de veinte metros de largo.

Además, por si esto fuera poco, los cohetes no están solos en las posiciones de lanzamiento, es más, constituyen la mínima parte de toda la parafernalia que los acompaña, integrada por los equipos que los colocan en posición vertical para el lanzamiento, la propia posición de fuego con su plataforma de concreto, los equipos necesarios para abastecerlos con los componentes del combustible coheteril, el refugio reforzado donde se conservan las cabezas de combate nucleares, diversos medios de transporte, las obras ingenieras para la protección del personal y el campamento para el mismo, los medios de generación eléctrica y el humo que despiden sus motores, los caminos de acceso al emplazamiento y los interiores, con los movimientos de tierra necesarios, la red de cables eléctricos imprescindibles para el funcionamiento de los equipos, etcétera. Y las características del paisaje y la vegetación existentes en la Isla no eran precisamente las mejores para lograr un buen enmascaramiento, como se demostraría meses después, cuando ya sería demasiado tarde, pues no se habían previsto los medios artificiales que hubieran sido necesarios para lograr que los emplazamientos fueran invisibles desde el aire, cosa demasiado difícil si no imposible de conseguir en las condiciones de Cuba.

El mariscal Biriuzov manifestó además que había regresado del viaje con la impresión de que los dirigentes de Cuba se consideraban mucho más como benefactores de la Unión Soviética y de su causa que como sus protegidos; era como si Cuba ayudara a la Unión Soviética para que esta alcanzara sus propios objetivos y no al revés.

A continuación se efectuó un breve debate y el mariscal Malinovski dio lectura a la nota con la proposición. Fue sometida a votación y se aprobó por unanimidad. En el acta manuscrita que se confeccionó aparecían en primer lugar las firmas de Nikita Jruschov y Alexei Kosiguin, seguidas por las restantes. Estaba confirmada definitivamente la proposición aprobada de forma preliminar el 24 de mayo: enviar a Cuba un contingente con cohetes nucleares de alcance medio e intermedio para garantizar la defensa de la Isla, disuadiendo al posible agresor.

(Continuará)

(*) Teniente coronel (R) y fundador de las Tropas Coheteriles

1 Al borde del abismo nuclear. Colectivo de autores. Editora Gregori-Peidzh. Moscú, Federación de Rusia, 1998, p. 52.

2 Shriver, María; Misiles en el Caribe, entrevista a Fidel Castro. Editora Política. La Habana, Cuba, 1993, p. 9 y 10.

3 Idem.

4 Al borde del abismo... Ob. Cit. p. 149.