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Base Naval estadounidense en Guantánamo, «una mancha en la historia»

En materia de ultraje gringo a la soberanía cubana, a la entrada de un submarino nuclear estadounidense a la Bahía de Guantánamo, entre el 5 y el 8 de julio pasado, le antecede un extenso prontuario.
 
Las agresiones desde ese pedazo de suelo, que por la fuerza ocupa EE. UU., contra la voluntad de los que habitan este archipiélago, empezaron con el apéndice neocolonial impuesto a la Constitución del país, en 1903, hace 120 años.
 
De entonces acá, estrategas con más de una estrella en sus apocalípticos uniformes, «ocultistas» de mentes grises y espejuelos oscuros, y señores de traje y corbata, han hecho hábito de reunirse, en alguna opulenta oficina washingtoniana, a «hornear» complots contra nuestra soberanía. Y en el centro de cada plan, para ejecutarlos, la Base Naval en Guantánamo.
 
En impedir que el mundo perciba a tiempo las componendas y le salga al paso, el Tío Sam ha derrochado imaginación y artilugios, que van desde el uso del sumergible nuclear en una zona de paz –y en consecuencia, libre de armas atómicas–, hasta los planes de autoagresión, que justifiquen invadir militarmente a la Isla.
 
Muy a pesar suyo, no lo ha conseguido; en el pueblo de enfrente ha encontrado un David curtido en el empleo de su onda, que desenmascara al abusador antes de que lleve el dedo al gatillo.
 
PRESAGIO
 
La mente de Manuel Sanguily, coronel del Ejército Libertador, pareció afilada como su sable. Cuentan que, enterado del desembarco de fuerzas navales estadounidenses por el sector este de la bahía, presagió el oficial mambí: «han visto a Guantánamo, jamás renunciarán a poseerla».
 
Dramático vaticinio, pero certero. Puesta la bota gringa sobre los flancos de la bahía, el 10 de junio de 1898, un siglo y cuarto después sigue allí, pisoteando la soberanía de la nación antillana.
 
En la Enmienda Platt se escabulle, sutil, el verdadero propósito yanqui sobre la Base Naval, y sobrevive en un párrafo del documento que en 1934 suplantó al engendro neocolonial. El enunciado es ambiguo, y le da vigencia a la ocupación mientras el usurpador no renuncie, o ambas partes no se pongan de acuerdo. A esa trampa semántica se aferran los ocupantes para justificar su permanencia en territorio cubano.
 
Así, una rúbrica obligada, a nombre de Cuba, el 16 de junio de 1903, sobre el convenio de arrendamiento de terrenos para establecer estaciones navales, le puso antifaz de legalidad a la usurpación de un pedazo de suelo patrio.
 
El ominoso panfleto jurídico le abrió la puerta a la potencia ocupante, para establecer el estratégico enclave situado al noroeste del Paso de los Vientos, a poco más de 120 kilómetros de ese empalme de rutas marítimas, y a unos 1 300 del transoceánico canal panameño, atributos que le conceden a esta bahía de bolsa una posición privilegiada, como ninguna otra en el área.
  
PUNZADAS EN LA MEMORIA, Y OTROS DESMANES
 
Las imágenes de los marines yanquis en la ciudad de Guantánamo lastimaron más de una vez los recuerdos, que aún eran lúcidos, en la centenaria Aurelia Lidia Mesa Pérez. «El tren pitaba y nuestros hogares cerraban las puertas, para que los marines no pudieran entrar», recordó la anciana. Según ella, a Guantánamo los uniformados estadounidenses lo miraban como a un prostíbulo; la otrora maestra fustigó con los adjetivos más duros esas conductas, «despreciables, indecentes, bajas; recuerdo que intentaron violar a una prima del que más tarde fuera mi esposo».
 
El colmo de semejante cuadro era Caimanera. Rodeada por el enclave yanqui, cuyos soldados alentaron la prostitución a la sombra del desempleo, a tal extremo que el pequeño y empobrecido poblado, de apenas 5 000 habitantes entonces, llegó a registrar 27 prostíbulos.
 
Una vez establecida la estación naval de Guantánamo, iniciaron los gringos sus canalladas. El enclave acogió, en 1906, al cuartel general de la gendarmería estadounidense en el Oriente de Cuba, cuando 5 000 gendarmes ocuparon esta parte de la isla, al (des)amparo de la Enmienda Platt.
 
Once años después, se reeditó la injerencista intervención militar, en el contexto de la llamada Guerrita de la Chambelona, derivada de fricciones políticas intestinas. En la ocasión, los uniformados se adentraron en Camagüey, Santiago de Cuba y Guantánamo, so pretexto de proteger a ciudadanos y propiedades de su país.
 
Parte de los marines estadounidenses, que desembarcaron en Veracruz, México, en 1914, y el propio año en Puerto Príncipe, Haití, recibieron entrenamiento en el enclave militar. Dos años después, al invadir a la República Dominicana, las fuerzas del país norteño ubicaron su puesto de mando en territorio guantanamero, punto de partida del regimiento que, en 1927, desembarcó en Nicaragua, en fallido intento de liquidar al ejército de Sandino.
 
Un día de mayo de 1958, establecidas ya las tropas del ii Frente Oriental Frank País en territorios de Holguín, Santiago de Cuba y Guantánamo, a manos de su comandante, Raúl Castro Ruz, llegó una fotografía del interior de la base. En la imagen aparecían aviones del régimen de Batista apertrechándose de armas, y un registro de embarque detallaba la fecha, composición y salida de uno de los cargamentos destinados a la tiranía, prueba del apoyo estadounidense a la aviación batistiana, y de su implicación en los bombardeos indiscriminados contra la población civil.
 
Raúl respondió contundente, al tiempo que denunció ante la opinión pública al régimen de Batista por asesinar al pueblo con armas proporcionadas por el Gobierno estadounidense.
 
CRIMINAL ESCALADA CONSPIRATIVA
 
A partir de 1959, la Base Naval en Guantánamo se transmutó en sitio de hostilidades contra la naciente Revolución. Se multiplicaron las provocaciones y actos de todo tipo. Rubén López Sabariego, Ramón López Peña, Rodolfo Rossel y Luis Ramírez López, figuran entre los cubanos asesinados o heridos por gendarmes estadounidenses desde el territorio ocupado.
 
La extensa lista de atropellos cometidos por EE. UU. desde allí registra cerca de 8 290 violaciones territoriales, navales o aéreas, y más de 5 200 provocaciones, solo entre 1962 y 1996. Antes, la cia había planeado asesinar de un golpe a Fidel y a Raúl, el 26 de julio de 1961, suceso al que, según el plan, desde este lado le seguiría un «ataque de represalia» contra el enclave yanqui.
 
Elementos contrarrevolucionarios efectuarían los disparos, con medios que previamente les entregó el enemigo para ejecutar el gravísimo acto, una vez consumado el crimen. De tal manera, ante el mundo quedaría fabricado el pretexto para invadir la Isla. La eficacia de la contrainteligencia cubana frustró el intento.
 
«Guantánamo ha sido una mancha grave en la historia de los derechos humanos y en la reputación de Estados Unidos». Zeid Ra’ad Al Hussein, Alto Comisionado de la onu para los Derechos Humanos, lo dijo así en 2016, en referencia a la cárcel abierta por EE. UU. en el enclave ilegal, en el cual tortura a prisioneros de todo el mundo retenidos allí, sin cargo penal ni derecho a juicio.
 
«Siempre supe que esa historia era triste», le dijo a Prensa Latina el académico estadounidense Don E. Walicek, «pero nunca la imaginé tan sórdida; desde ese lugar se han gestado invasiones y ataques a países de América Latina y el Caribe, visitar esa prisión y ver las condiciones de los prisioneros es impactante», sostuvo.
 
Quien los conozca no se habrá sorprendido ante las palabras de un portavoz imperial estadounidense, al comentar la denuncia de Cuba por la reciente incursión de un submarino nuclear en la Bahía de Guantánamo: «seguiremos volando, navegando y trasladando activos», dijo con arrogancia Edward Miller. Es la respuesta de un imperio ladino, merecedor de la repulsa internacional.

Fuente: 

Periódico Granma

Fecha: 

01/08/2023