Esa fuerza telúrica llamada Fidel
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Desde mi primera infancia, cuando tuve uso de razón, siempre lo sentí como un gigante. Ya de adulto, lo admiré por su profunda convicción y firmeza revolucionarias, por su indoblegable antimperialismo, por su resuelta lucha en Cuba y en el mundo contra cualquier vestigio de discriminación e injusticia, por pequeña que fuera, y también por su prédica martiana y el ejemplo personal que legó de nunca dejarse arrastrar por la vanidad, o por la ambición de ningún cargo u honor, porque como dijo nuestro Apóstol José Martí, «toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz».
Es imposible resumir la vida de Fidel a unas pocas líneas, pero su vínculo permanente e indisoluble con las masas, su optimismo y la confianza para sobreponerse a las más difíciles condiciones, su brillante oratoria, su magisterio constante, en fin, su entrega sin límites a la causa de la Revolución, han dejado una huella imborrable en el pueblo cubano y han servido de inspiración para millones de hombres y mujeres de todos los continentes. Las futuras generaciones de cubanos tendrán en él, como en Martí, un paradigma y una motivación profunda para dar continuidad a su obra.
Hoy, al rendir homenaje a nuestro líder histórico, en el segundo aniversario de su desaparición física, ratifiquemos solemnemente una vez más nuestro socialismo y las ideas de «esa fuerza telúrica llamada Fidel Castro Ruz»*.
*Cita de Ernesto Guevara de la Serna a la Revista Verde Olivo, 09/04/1961.