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Con la razón histórica y la moral de Baraguá

Date: 

27/10/2012

Source: 

Periódico Granma

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El 23 de noviembre de 1990, hace 22 años, Granma publicó este editorial como introducción a la desclasificación de los mensajes que intercambiaron Fidel y el primer ministro de la Unión Soviética Nikita Jruschov entre el 26 y el 31 de octubre de 1962 sobre los tensos acontecimientros que pusieron en peligro a la humanidad en aquellos días de lo que denominamos la Crisis de Octubre. Por el valor de sus argumentos y explicaciones, nuestro diario reproduce ese editorial como preámbulo a la publicación de los mensajes la semana próxima

En su carta de despedida al compañero Fidel Castro, el Comandante Ernesto Che Guevara afirma:

"... Sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días. Me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios".

Los peligros y los principios continúan siendo, a la distancia de casi tres decenios y serán siempre, palabras clave en una síntesis exacta de aquella prueba.

Más de la mitad de la población cubana no estaba nacida en los días cruciales comprendidos en la semana del 22 al 28 de octubre de 1962. En el testimonio de sus predecesores, en las aulas, los textos de historia y en algunas obras artísticas, los jóvenes de hoy han conocido las circunstancias y el desenlace de la crisis que colocó a la humanidad, como nunca antes ni después hasta nuestros días, más allá del umbral de una conflagración nuclear.

Pero incluso para la mayoría de los que vivieron los acontecimientos, en la Unión Soviética, en los Estados Unidos y en Cuba también constituyen revelaciones los mensajes que entre el 26 y el 31 de octubre de 1962, intercambiaron el entonces Primer Ministro de la URSS Nikita S. Jruschov y el líder de la Revolución Cubana, nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, textos hasta ahora inéditos.

¿Por qué publicarlos precisamente ahora?

En manos del Gobierno de Cuba obran numerosos documentos, pruebas materiales y testimonios que pueden arrojar luz definitiva sobre el origen, desarrollo y desenlace de la crisis. Además, aún viven los principales dirigentes políticos y militares que condujeron los destinos de nuestro pueblo en aquel periodo crucial.

Durante los veintiocho años transcurridos en diversas ocasiones se ha intentado por parte de periodistas, estudiosos e incluso dirigentes políticos vinculados a los hechos teorizar sobre las experiencias de la crisis, desentrañar las facetas más controvertidas y los procesos que condujeron a las decisiones fundamentales sin consultar siquiera la opinión de Cuba.

La actitud del Gobierno de Cuba ha sido paciente y cautelosa; en ningún momento nos hemos apresurado a rebatir ni aun las especulaciones que se han formulado en torno a la posición cubana en aquellos acontecimientos.

Entre los documentos en nuestro poder que, lógicamente, también se conservan en los archivos de la URSS, se encuentran estas cinco misivas que ahora se publican. Realmente no se correspondía con nuestras intenciones divulgarlas en este momento de manera que no se nos atribuyera el ánimo de forzar un debate y pensábamos que podíamos aguardar por un consenso de las tres partes concernidas que abrieran sus respectivos archivos secretos para revelar al mundo todo lo relativo a la crisis. Desde luego, siempre reservándonos el derecho a cualquier iniciativa en este sentido.

En lo que a Cuba respecta, no tenemos nada que ocultar y no tememos a que resplandezca la verdad histórica.

La intención de dar a la publicidad estos cinco mensajes íntegramente fue anticipada en el discurso pronunciado por el compañero Fidel Castro en el acto central por el XXX Aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución el pasado 28 de septiembre. En ese discurso el compañero Fidel alude a unas notas autobiográficas de Jruschov cuya transcripción forma parte o aparece en la tercera parte de sus memorias y en las cuales este afirma que el compañero Fidel le aconsejó en el momento más crítico que la URSS lanzara un ataque coheteril nuclear de carácter preventivo contra Estados Unidos. Esta versión fue difundida a finales de septiembre pasado por la revista norteamericana Time que publicó como primicias fragmentos de las citadas memorias.

Es en estas circunstancias que se toma la decisión, a la que se refiere el compañero Fidel en su discurso de publicar estos documentos y se dieron los pasos para hacerlo coincidir con la aparición en Estados Unidos y en Europa de una edición de las memorias tituladas "Jruschov recuerda: las cintas de la Glasnost".

Es así, que en el día de hoy las cinco cartas han sido publicadas también en Europa. Esta decisión se hacía ineludible porque al resumir el contenido de las cintas magnetofónicas la mencionada revista señaló que entre otras cuestiones el autor se refiere a "la temeridad apocalíptica de Fidel Castro durante la crisis cubana de los misiles de 1962".

Se atribuye a Jruschov haber dicho lo siguiente:

"Entonces recibimos un telegrama de nuestra embajada en Cuba. Decía que Castro aseguraba tener información fidedigna de que los norteamericanos se estaban preparando para atacar a Cuba dentro de unas pocas horas. Nuestros propios órganos de inteligencia nos informaron que probablemente la invasión fuera inevitable, a no ser que llegáramos a un rápido acuerdo con el Presidente".

Después agrega:

"Castro sugirió que, con el fin de evitar que nuestros misiles nucleares fueran destruidos, debíamos lanzar un golpe preventivo contra Estados Unidos. Mis camaradas dirigentes y yo nos dimos cuenta de que nuestro amigo Fidel no había entendido nuestro propósito. Habíamos instalado los misiles, no con el propósito de atacar a los Estados Unidos, sino para evitar que Estados Unidos atacara a Cuba".

A nadie puede escapársele que la divulgación de la afirmación que se atribuye a Jruschov sirve al avieso propósito de atizar la histeria anticubana ante la opinión pública norteamericana y mundial.

Ello tiene lugar en momentos de embriaguez triunfalista de la Administración Bush a consecuencia de los cambios que se han producido en los países de Europa del Este y la compleja situación interna de la URSS. Se recrudecen las medidas del bloqueo económico a Cuba; las campañas de calumnias y todo tipo de presiones con que pretenden aislarnos del resto del mundo; la agresión radial y televisiva en un fracasado intento de confundir a nuestro pueblo y debilitarnos internamente. Todo esto no tiene otro fin que el de destruir nuestra Revolución Socialista, para lo cual no se excluye una eventual agresión militar.

Una lectura objetiva y serena de las cartas a Jruschov redactadas por el compañero Fidel el 26, el 28 y el 31 de octubre de 1962 establece con precisión la letra y el contexto verdaderos en que fue evocada la eventualidad de un golpe nuclear contra Estados Unidos. No hay margen a equívoco en lo planteado pero tampoco puede intentarse un esclarecimiento de las causas que hayan inducido a Jruschov a la interpretación que sostiene, no ya en sus memorias sino en la carta que dirige al compañero Fidel el 30 de octubre, si el análisis se realiza fuera de las circunstancias reales en que se produjeron aquellos intercambios.

Aunque de la simple lectura de estos documentos se puede inferir el dramatismo del momento que se vivió, se hace necesaria una breve recapitulación para aproximarse al panorama que existía cuando el compañero Fidel redactó su primer mensaje.

Necesario es tener en cuenta que a principios de la década del sesenta todavía la URSS distaba mucho de alcanzar la paridad nuclear con los Estados Unidos. Basta decir que según se conoce hoy por los datos que han sido revelados, mientras los Estados Unidos poseían unas 5 mil ojivas nucleares y cerca de 500 portadores intercontinentales, la URSS solo disponía de alrededor de 300 ojivas nucleares y algunas decenas de portadores de este mismo tipo.

Al propio tiempo, hay que ponderar que mientras en Moscú primaba una concepción defensiva, Washington se basaba en una doctrina militar ofensiva.

Luego de fracasar la invasión mercenaria de Playa Girón, Cuba y la URSS coincidían en la convicción, avalada por diversos hechos e informaciones de inteligencia, de que Estados Unidos se preparaba para una agresión militar directa contra Cuba. En esas circunstancias, las partes soviética y cubana suscribieron un acuerdo militar que fortalecía la defensa tanto de la URSS como de Cuba.

El acuerdo militar incluyó la instalación en territorio cubano de cohetes de alcance medio e intermedio dotados de ojivas nucleares y la presencia de más de 40 mil soldados soviéticos en nuestro territorio.

Los soviéticos, al sugerir el emplazamiento de tales armas, manifestaron que perseguían el propósito de aumentar la capacidad disuasiva de la Revolución Cubana frente a las reales amenazas de agresión de los Estados Unidos.

No era menos cierto que con el despliegue en Cuba de los proyectiles, la capacidad de respuesta de la URSS a un ataque nuclear de Estados Unidos se multiplicaba tanto en rapidez como en efectividad y según los propios norteamericanos tornaba vulnerable al 85 % de las instalaciones coheteriles nucleares en territorio estadounidense.

El compañero Fidel y la Dirección cubana comprendieron desde el primer momento que la presencia de los cohetes soviéticos en nuestro territorio podía afectar la imagen de nuestra Revolución en el terreno político e incrementar los peligros de un enfrentamiento de otro carácter con Estados Unidos.

No se les escapó tampoco el verdadero sentido de la propuesta de Jruschov, que era mejorar la correlación de fuerzas de la URSS y la comunidad socialista frente al imperialismo. Pero habría sido una cobardía y un acto de egoísmo nacional rechazarla. Como ha expresado muchas veces el compañero Fidel en conversaciones íntimas, él razonó que si esperábamos en aquel entonces que la URSS luchara para defender a Cuba en caso de agresión a nuestro país por parte de Estados Unidos, como había proclamado públicamente el propio Nikita Jruschov, nosotros estábamos en el deber ineludible de arriesgarnos también por la URSS.

En adición a esto, Cuba adquiría una protección estratégica frente al riesgo que ha estado siempre presente de una guerra convencional de Estados Unidos contra nuestra patria, y, por otro lado, si estallaba una guerra mundial por cualquier causa, de todas formas nos veríamos afectados.

De esa manera, a suelo cubano arribaron un total de 42 cohetes nucleares de alcance medio y un contingente de 43 mil soldados soviéticos, mientras que Cuba, al estallar la crisis, puso sobre las armas un total de unos 270 mil combatientes encuadrados en unidades regulares y cerca de 150 mil en la defensa popular, es decir, más de 400 mil hombres y mujeres combatientes.

En el acuerdo soviético-cubano se estableció el criterio de que una vez que estuvieran en Cuba las armas atómicas se hiciera público el acuerdo militar cubano-soviético y la existencia de tales armas, al amparo del derecho inalienable que asistía al Estado cubano de poseer los medios disuasivos que se estimaran necesarios para garantizar su seguridad nacional sin conceder ningún tipo de prerrogativas al imperialismo para decidir qué tipo de armamento debíamos poseer o no. Ambos países habíamos actuado dentro de los más estrictos principios del derecho internacional.

Como Cuba a medida que transcurría el proceso observó la gestación de la crisis, por la forma en que el imperialismo enfocaba la cuestión a medida que se hacía evidente el fortalecimiento militar de nuestro país y circulaban los más diversos y confusos rumores en la esfera internacional, propuso que se publicara el acuerdo militar entre Cuba y la URSS. Pero Jruschov persistió en la idea de que la instalación debería mantenerse encubierta hasta la publicación del acuerdo militar que se realizaría en ocasión de su visita a Cuba, proyectada para finales de ese año. Como únicamente Jruschov podía conocer bien la exacta correlación de fuerzas entre la URSS y Estados Unidos, Cuba no tuvo otra alternativa que aceptar ese punto de vista.

El Premier soviético enfatizó además que la URSS estaba dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias, aunque el plan de reforzamiento militar de la Isla fuera descubierto por el enemigo antes de que Cuba y la URSS lo hicieran público.

Al recordar el colosal poderío militar que Washington desplegó a partir del 22 de octubre alrededor y en las proximidades de Cuba, se comprueba que su llamada "cuarentena" era el preludio de un ataque aéreo contra las instalaciones coheteriles y otros puntos estratégicos de Cuba o de una invasión directa en gran escala.

Aquel 26 de octubre, cuando el compañero Fidel, después que nuestro país adoptara y aplicara en sus más mínimos detalles el plan de defensa que incluía la protección con decenas de baterías antiaéreas de los cohetes nucleares y los de tierra-aire, redacta el mensaje que la noche de ese día dictó en la propia sede diplomática en La Habana al embajador Alexander Alexeiev, ya está tendido el cerco naval yanki alrededor de la Isla, una fuerza militar conjunta integrada por 250 mil efectivos de la Infantería de Marina y fuerzas terrestres; más de mil aviones y unos 250 buques de la Armada estaban listos para el asalto contra nuestro país, en una u otra de las variantes que evaluaba el Pentágono. Como ha explicado Fidel, al preguntarse qué le faltaba ese día fatigoso por hacer, decidió enviar un mensaje a Jruschov para exhortarlo a que mantuviera una posición firme y no se cometieran irreparables errores en caso de que la guerra fatalmente estallara.

Lo que en esencia se le expresó al compañero Jruschov fue que, según nuestro análisis e informes, la agresión era casi inminente y que la variante más probable era "el ataque aéreo contra determinados objetivos con el fin limitado de destruirlos...".

Nuestro Comandante en Jefe aborda con tanta madurez, serenidad y responsabilidad esta perspectiva, que se abstiene de sugerir, en caso de que Estados Unidos se limitara a un golpe aéreo masivo, que hubiera una respuesta militar soviética, a pesar de las tremendas pérdidas humanas y materiales que tal agresión habría implicado. Por otra parte, Cuba era totalmente opuesta a que se permitiera el vuelo rasante de los aviones enemigos, lo cual venía ocurriendo desde el inicio de la crisis y facilitaba a Estados Unidos la realización del golpe sorpresivo sobre las bases de cohetes y otros objetivos militares. Por ello, el mando militar cubano el 27 de octubre dio la orden a su artillería antiaérea de disparar contra los aviones que violaran el espacio aéreo, lo cual fue informado al mando militar soviético.

Para el Jefe de la Revolución Cubana la variante de la invasión es "menos probable, aunque posible". Y tal invasión a Cuba, en cuyo territorio se encontraban desplegados 43 mil soldados soviéticos, todos los cuales estaban expuestos a perecer, habría significado, de hecho, la guerra contra la Unión Soviética y, por su propia dinámica, simultáneamente o a continuación sobrevendría el golpe nuclear contra el territorio de la URSS. Es ese y únicamente ese, el contexto donde el compañero Fidel concibe como un desarrollo racional de los acontecimientos que si los Estados Unidos invadían a Cuba no se detendrían a esperar la reacción soviética y tomarían la iniciativa de un ataque nuclear.

Es ante tal desarrollo que Fidel alerta a la Unión Soviética, para que no permita "jamás las circunstancias en las cuales los imperialistas pudieran descargar sobre ella el primer golpe nuclear" y eliminar en ese momento y para siempre semejante peligro, en acto de la más legítima defensa.

Entonces, ¿por qué Jruschov interpretó y más tarde reafirmó en sus memorias que el compañero Fidel era partidario de un golpe nuclear preventivo contra Estados Unidos, cuando en realidad esa idea no fue nunca siquiera sugerida?

Quizás de manera errónea, pero seguramente sincera, lo creyó o lo entendió realmente aun cuando en los textos de los mensajes no existía margen para confundirse.

Ninguna persona honrada puede perder de vista, para llegar a explicarse realmente lo ocurrido, la tensión sin precedentes que en aquellos días vivió la humanidad, la tremenda responsabilidad que recaía sobre los dirigentes que manejaron la crisis y el hecho de que 28 años atrás la infraestructura, los cuadros, el personal técnico, incluido traductores, se encontraban en un nivel incipiente, en una coyuntura en la que disponíamos de un reducido grupo de especialistas. Los medios de comunicación entre la URSS y Cuba y los sistemas de codificación correspondían al desarrollo alcanzado por los soviéticos para los inicios de la década del sesenta y no pueden ni compararse con los actuales.

En tales condiciones y no obstante el extremo celo con que se trabajaba en el proceso de consultas, nadie podría descartar la posibilidad de que momentáneamente se deslizara un equívoco. Y en una cuestión de vida o muerte como la que se dirimía el concepto de que ante un curso de los acontecimientos precipitados por Estados Unidos la URSS no se dejara propinar impunemente un primer golpe nuclear pudo ser asumido por Jruschov como que se sugería a Moscú dar un golpe preventivo. Tampoco puede excluirse que los representantes soviéticos en Cuba contribuyeran sin proponérselo a esa percepción al trasladar la determinación de la dirección y del pueblo cubanos de no amilanarse frente al riesgo de un ataque en gran escala e, incluso, de un golpe nuclear.

Las cartas posteriores, como se verá a través de su lectura, muestran el esfuerzo realizado por el compañero Fidel para despejar esa errónea interpretación.

También durante muchos años, con fines no menos sinuosos, las agencias occidentales hicieron circular la versión novelesca de que el propio Comandante en Jefe había disparado personalmente el cohete antiaéreo que derribó al avión espía U-2 en la zona de Banes el día 27 de octubre de 1962.

Entonces también, sin que se haya podido establecer con rigor todavía el origen de semejante confusión, Jruschov atribuyó ese hecho a una acción de nuestras tropas, dado que el mando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, como se expresó, cumpliendo instrucciones de la Dirección Política y del Comandante en Jefe, había ordenado abrir fuego contra cualquier avión enemigo que violara el espacio aéreo nacional. Es decir: no fue una reacción irreflexiva ni casual, sino un acto consciente y consecuente con la situación creada.

Sin embargo, como ha sido luego notoriamente conocido, en los días de la crisis la artillería antiaérea cubana solo poseía ametralladoras y cañones, mientras que los grupos coheteriles antiaéreos formaban parte del dispositivo militar soviético enviado a Cuba, bajo el mando directo del Ministerio de Defensa en la URSS.

Si algo está fuera de cualquier duda es que, de haber dispuesto del armamento idóneo, Cuba habría abatido sin vacilación los aviones de exploración enemigos que volaban a gran altura, pero lo cierto es que esa nave fue derribada por uno de los grupos coheteriles antiaéreos soviéticos bajo el mando del teniente general G. A. Voronkov, hoy ya jubilado, a quien más tarde Cuba condecoraría por esa acción con la Orden Ernesto Che Guevara de Primer Grado.

En el caso del derribo del U-2 Jruschov pudo no conocer estos detalles y, como se deduce también en sus memorias, probablemente nunca llegó a saber que la cohetería antiaérea era operada solo por personal soviético y que el mando de las fuerzas armadas de la URSS en Cuba acató la orden de disparar contra los aviones que violaran nuestro espacio aéreo. Respecto a una cuestión tan medular como la sugerencia de un ataque nuclear preventivo, su conducta inmediata posterior indica que él, en efecto, hasta el último momento creyó sinceramente en esa versión. De acuerdo con lo que se refleja en sus memorias, según la edición norteamericana, cuando el compañero Fidel visita a la URSS en 1963 y supuestamente se debate este asunto, estando presente el propio Alexander Alexeiev, a quien el jefe de la Revolución le dictó el mensaje del 26 de octubre, Jruschov, que no conocía el español y se atiene al texto ruso, argumenta para sostener su tesis, que en ese texto aparecen las palabras "guerra" y "golpe".

La palabra "guerra" no aparece por cierto en el mensaje cubano, aunque sí la palabra "golpe", pero en un contexto muy claro y preciso y con una condicionante inequívoca: "Si tiene lugar la segunda variante y los imperialistas invaden a Cuba con el fin de ocuparla (...)". ¿Hubo acaso algún error en la traducción del texto al ruso que realizó la embajada soviética? Todo es posible.

Si las memorias no son apócrifas ni han sido en este tema adulteradas, hay que aceptar la evidencia de que a Jruschov, muchos años después, cuando dictó sus memorias, nunca se le borró esa idea y siguió creyendo hasta el final en esta interpretación completamente errónea.

Sin embargo, la discrepancia fundamental e históricamente trascendente es la contenida en la carta del 31 de octubre en la cual el compañero Fidel patentiza la amargura y la tristeza por el modo en que la URSS y Estados Unidos alcanzaron un entendimiento a espaldas de Cuba. En esa propia carta la argumentación en torno al equívoco del golpe preventivo es impecable y constituye un precedente insoslayable para los dirigentes políticos cubanos del presente y del porvenir por el modo magistral en que se conjugan sabiduría, respeto, valentía y lealtad a los principios.

Con esa misma altura debemos abordar el saldo histórico de la gestión de Nikita S. Jruschov al frente de la URSS en su proyección hacia el proceso revolucionario cubano. Si algo no podrá asociarse nunca al nombre de Jruschov es la falta de valentía política. En el desarrollo de las relaciones entre nuestros partidos y gobiernos en esa época, que llegaron a ser ejemplares, cuando creímos que el otro no estaba en lo cierto nos lo comunicamos con absoluta franqueza y fraternidad.

Jruschov fue el precursor de las relaciones políticas, económicas y comerciales de la Unión Soviética con la Revolución Cubana. Supo siempre representar dignamente los intereses del pueblo y del Estado que encabezaba y al mismo tiempo comportarse como un internacionalista.

En la eterna gratitud que el pueblo cubano sabrá preservar hacia los pueblos de la Unión Soviética, Jruschov ocupará siempre un lugar de honor y de respeto.

Él vivió convencido de que la crisis produjo como aporte positivo fundamental el compromiso de Estados Unidos de no invadir a Cuba. Al cabo de veintiocho años puede afirmarse que, salvo una invasión, Estados Unidos lo ha intentado todo para destruir la Revolución Cubana y arrasar su ejemplo.

La seguridad y la soberanía de Cuba se han preservado, ante todo, porque las ocho administraciones norteamericanas que de un modo u otro han repetido los errores de la precedente, no han podido abrir una brecha ni han encontrado jamás un flanco vulnerable en la unidad y en la conciencia del pueblo cubano.

Frente a las amenazas y peligros se ha alzado siempre, como decía Fidel a Jruschov el 30 de octubre, una sola clase de alarma: la alarma de combate.

Si un aporte de alcance histórico, no solo para el destino de Cuba sino para la experiencia de todos los movimientos revolucionarios del planeta, surge del desenlace de la Crisis del Caribe que fue en realidad mundial, este se sintetiza y plasma en las cinco condiciones exigidas por Cuba como una verdadera garantía frente al imperialismo norteamericano:

1. Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica que ejercen los Estados Unidos en todas partes del mundo contra Cuba.

2. Cese de todas las actividades subversivas, lanzamientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltraciones de espías y saboteadores que se llevan a cabo desde el territorio de Estados Unidos y algunos países cómplices.

3. Cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases en Estados Unidos y Puerto Rico.

4. Cese de todas las violaciones de nuestro espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos.

5. Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos.

En aquel orgullo de sentirse cubano que despertaron en el Che los días luminosos y tristes de octubre de 1962 late la razón histórica y la moral que acompañaron a Antonio Maceo en Baraguá. El mayor de los peligros que nuestro pueblo enfrentó en aquella prueba no fue el del exterminio nuclear, sino el de la claudicación. Esta vez no hubo Zanjón pero fue necesaria como entonces la intransigencia y el coraje que hicieron retroceder incluso a los que pretendían humillarnos imponiéndonos la inspección de nuestro territorio. Aquel no, junto a los cinco puntos, se convirtieron así en un Baraguá del siglo XX.

Esta es la enseñanza que nos alienta hoy frente a los nuevos desafíos y que perdurará en la memoria inmortal de nuestro pueblo.